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Cuando uno ha sido sumergido profundamente en el Espíritu de Cristo, cuando uno ha tocado el poder celestial y cuando uno ha sido saturado con su gloria, tus valores cambian. Lo pesado del diario vivir se torna en gozo y expectación de la realidad de Dios. No es que las molestias y problemas dejen de existir. Simplemente no nos importan como antes. Como dice la Palabra en 2ª Corintios 3:17; “…el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad…”.
LA OPOSICIÓN QUE CONFRONTÉ Volviendo a considerar la oposición que yo tuve que confrontar después de ser bautizado en el Espíritu Santo; reconozco que mi inexperiencia en las cosas del Espíritu y del avivamiento, me provocaron confusión, dudas y temores. Yo quería avanzar con precaución, pero me encontré con los que no creían con la obra actual del Espíritu de Dios. Trataron de jalarme para un lado, diciendo: “¡salte de eso!”; y los que sí creían, me jalaban para el otro lado diciendo: “¡métete más adentro!”. ¡Salte, –métete– salte, –métete–! ¡Yo sentía que estaba en el potro siendo estirado hasta despedazarme! Bajo tanta presión hice una mala decisión. Decidí poner en un rincón de mi vida todo lo que había experimentado en el Espíritu Santo. ¡No lo negué! Pero no pude seguir en ese camino bajo tanta presión. Más o menos por aquel entonces fue que fuimos dirigidos por Dios a abandonar Cd. Juárez, donde vivimos, para mudarnos a la Sierra del Estado de Chihuahua. Nos establecimos en La Junta, Chih., un pueblo ranchero de aproximadamente 10,000 habitantes. Con fervor y valentía empezamos a alcanzar a este pueblo, que no tenía una iglesia con las buenas nuevas de salvación únicamente en el Señor Jesucristo. Al principio, a pesar de mi decisión de suspender mi búsqueda por más del Espíritu, aún había sobre nosotros una gracia y unción que atrajo a la gente en una manera que, misioneros veteranos, comentaban que no habían visto antes. ¡Qué increíble que Dios pudo usar un siervo tan herido! Sin embargo, pasando los años, esta gracia se disipó y nos encontrábamos con una tarea difícil y aún, imposible. La fuente de poder se había secado en mi vida y lo que más quería yo, era que Dios nos sacara de ese lugar. ¡Yo no podía más! Pero, el problema no fue el lugar, fue la ausencia del Espíritu Santo en mi vida y ministerio. Pasaron diez largos años, y cada día la tarea fue más pesada. Pero en el momento más oscuro, cuando queríamos abandonar el campo misionero, Dios en su gran misericordia, obró a nuestro favor. Él tomó en cuenta que fue mi ignorancia, confusión y temor, por lo que yo había ignorado su Espíritu. Entonces el Señor nos dirigió a un campamento en el Estado de Texas, y uno de los oradores, Harold Hill, un poderoso maestro y autor de avivamiento, oró personalmente por mí. ¡Gracias a Dios! Jamás podré darle las gracias que se merece. ¡Gracias a Dios! Dispuesto a olvidar mi pecado, me derramó otra vez su Espíritu. ¡Qué Él sea glorificado para siempre! Mientras que Harold Hill oraba por mí, algo empezó a subir por mi cuerpo desde mis pies, subiendo como fuego y electricidad, y explotó en mi boca un torrente poderoso de lenguas desconocidas, ¡algo que yo no había orado antes! Dios en su gran misericordia, en un instante, me restauró este precioso y valioso don. Él sanó el dolor, la frustración y desánimo de largos años de sequía espiritual. Su mano tocó lo más profundo de mi alma, llenándome de alegría y gozo. El cambio fue instantáneo, ¡fue como una resurrección! ¡Ya no había la pesadez, tristeza y carga que sentía unos momentos antes! ¡No había el deseo de abandonar la obra en México! ¡Había esperanza! ¡Todo era nuevo! Volvimos a la Sierra de Chihuahua, a los mismos pueblos y al principio nos frustramos por que requirió meses, antes de ver a la gente de estos lugares, recibir la gloriosa plenitud del Espíritu que nosotros habíamos recibido. Pero, por otro lado, comenzamos a ver milagros de sanidad y liberaciones que jamás habíamos visto antes. Y sobre todo, ¡el gozo del Señor llenaba nuestras vidas! ¡Gloria a Dios por siempre! Hemos experimentado su presencia en muchas maneras. Desde entonces nuestras vidas no han sido las mismas. No que ya no tengamos dificultades, ¡no! Claro que hay luchas, pero Él nos ha puesto en un lugar ancho y nos ha hecho llevar mucho fruto que permanece. Él será misericordioso contigo también si, por ignorancia, duda, temor o por presiones has puesto a un lado al Espíritu Santo o has huido del avivamiento, permitiendo a tus propios gustos, o los de otros, dominarte en vez de tu mismo rendirte al Señor. Mira lo que escribe San Pablo en 1ª Timoteo 1:12-14: “Doy gracias… a Jesucristo… poniéndome en el ministerio, habiendo yo sido antes blasfemo, perseguidor e injuriador; mas fui recibido a misericordia porque lo hice por ignorancia, en incredulidad. Pero la gracia de nuestro Señor fue más abundante…”. Mis amados, ¡busquen ser llenos del Espíritu Santo! ¡Busquen el avivamiento de Dios! ¡Busquen lo increíble de Él! Mateo 7:8 dice: “El que pide (y sigue pidiendo) recibe; el que busca (y sigue buscando) halla; el que llama (y sigue llamando) se le abrirá” .Este es el sentido del verbo en el idioma griego en que fue escrito el Nuevo Testamento. Sigue pidiendo, sigue buscando, sigue llamando. Que tu meta sea ser lleno del Espíritu, que tu meta sea el entrar en avivamiento. Pide a Dios que visite a México una vez más con poder, con señales y prodigios, con milagros y maravillas, con sanidades y liberaciones, con la salvación de muchos que se encuentran cansados y desilusionados con la religión sin poder y sin fruto. Y pide también, ser un instrumento de poder en el avivamiento experimentando lo increíble y sobrenatural. ¡Dios te bendiga en tu búsqueda! |
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Por: Hno. Victor Richards
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Cuando uno ha sido sumergido profundamente en el Espíritu de Cristo, cuando uno ha tocado el poder celestial y cuando uno ha sido saturado con su gloria, tus valores cambian. Lo pesado del diario vivir se torna en gozo y expectación de la realidad de Dios. No es que las molestias y problemas dejen de existir. Simplemente no nos importan como antes. Como dice la Palabra en 2ª Corintios 3:17; “…el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad…”.
LA OPOSICIÓN QUE CONFRONTÉ Volviendo a considerar la oposición que yo tuve que confrontar después de ser bautizado en el Espíritu Santo; reconozco que mi inexperiencia en las cosas del Espíritu y del avivamiento, me provocaron confusión, dudas y temores. Yo quería avanzar con precaución, pero me encontré con los que no creían con la obra actual del Espíritu de Dios. Trataron de jalarme para un lado, diciendo: “¡salte de eso!”; y los que sí creían, me jalaban para el otro lado diciendo: “¡métete más adentro!”. ¡Salte, –métete– salte, –métete–! ¡Yo sentía que estaba en el potro siendo estirado hasta despedazarme! Bajo tanta presión hice una mala decisión. Decidí poner en un rincón de mi vida todo lo que había experimentado en el Espíritu Santo. ¡No lo negué! Pero no pude seguir en ese camino bajo tanta presión. Más o menos por aquel entonces fue que fuimos dirigidos por Dios a abandonar Cd. Juárez, donde vivimos, para mudarnos a la Sierra del Estado de Chihuahua. Nos establecimos en La Junta, Chih., un pueblo ranchero de aproximadamente 10,000 habitantes. Con fervor y valentía empezamos a alcanzar a este pueblo, que no tenía una iglesia con las buenas nuevas de salvación únicamente en el Señor Jesucristo. Al principio, a pesar de mi decisión de suspender mi búsqueda por más del Espíritu, aún había sobre nosotros una gracia y unción que atrajo a la gente en una manera que, misioneros veteranos, comentaban que no habían visto antes. ¡Qué increíble que Dios pudo usar un siervo tan herido! Sin embargo, pasando los años, esta gracia se disipó y nos encontrábamos con una tarea difícil y aún, imposible. La fuente de poder se había secado en mi vida y lo que más quería yo, era que Dios nos sacara de ese lugar. ¡Yo no podía más! Pero, el problema no fue el lugar, fue la ausencia del Espíritu Santo en mi vida y ministerio. Pasaron diez largos años, y cada día la tarea fue más pesada. Pero en el momento más oscuro, cuando queríamos abandonar el campo misionero, Dios en su gran misericordia, obró a nuestro favor. Él tomó en cuenta que fue mi ignorancia, confusión y temor, por lo que yo había ignorado su Espíritu. Entonces el Señor nos dirigió a un campamento en el Estado de Texas, y uno de los oradores, Harold Hill, un poderoso maestro y autor de avivamiento, oró personalmente por mí. ¡Gracias a Dios! Jamás podré darle las gracias que se merece. ¡Gracias a Dios! Dispuesto a olvidar mi pecado, me derramó otra vez su Espíritu. ¡Qué Él sea glorificado para siempre! Mientras que Harold Hill oraba por mí, algo empezó a subir por mi cuerpo desde mis pies, subiendo como fuego y electricidad, y explotó en mi boca un torrente poderoso de lenguas desconocidas, ¡algo que yo no había orado antes! Dios en su gran misericordia, en un instante, me restauró este precioso y valioso don. Él sanó el dolor, la frustración y desánimo de largos años de sequía espiritual. Su mano tocó lo más profundo de mi alma, llenándome de alegría y gozo. El cambio fue instantáneo, ¡fue como una resurrección! ¡Ya no había la pesadez, tristeza y carga que sentía unos momentos antes! ¡No había el deseo de abandonar la obra en México! ¡Había esperanza! ¡Todo era nuevo! Volvimos a la Sierra de Chihuahua, a los mismos pueblos y al principio nos frustramos por que requirió meses, antes de ver a la gente de estos lugares, recibir la gloriosa plenitud del Espíritu que nosotros habíamos recibido. Pero, por otro lado, comenzamos a ver milagros de sanidad y liberaciones que jamás habíamos visto antes. Y sobre todo, ¡el gozo del Señor llenaba nuestras vidas! ¡Gloria a Dios por siempre! Hemos experimentado su presencia en muchas maneras. Desde entonces nuestras vidas no han sido las mismas. No que ya no tengamos dificultades, ¡no! Claro que hay luchas, pero Él nos ha puesto en un lugar ancho y nos ha hecho llevar mucho fruto que permanece. Él será misericordioso contigo también si, por ignorancia, duda, temor o por presiones has puesto a un lado al Espíritu Santo o has huido del avivamiento, permitiendo a tus propios gustos, o los de otros, dominarte en vez de tu mismo rendirte al Señor. Mira lo que escribe San Pablo en 1ª Timoteo 1:12-14: “Doy gracias… a Jesucristo… poniéndome en el ministerio, habiendo yo sido antes blasfemo, perseguidor e injuriador; mas fui recibido a misericordia porque lo hice por ignorancia, en incredulidad. Pero la gracia de nuestro Señor fue más abundante…”. Mis amados, ¡busquen ser llenos del Espíritu Santo! ¡Busquen el avivamiento de Dios! ¡Busquen lo increíble de Él! Mateo 7:8 dice: “El que pide (y sigue pidiendo) recibe; el que busca (y sigue buscando) halla; el que llama (y sigue llamando) se le abrirá” .Este es el sentido del verbo en el idioma griego en que fue escrito el Nuevo Testamento. Sigue pidiendo, sigue buscando, sigue llamando. Que tu meta sea ser lleno del Espíritu, que tu meta sea el entrar en avivamiento. Pide a Dios que visite a México una vez más con poder, con señales y prodigios, con milagros y maravillas, con sanidades y liberaciones, con la salvación de muchos que se encuentran cansados y desilusionados con la religión sin poder y sin fruto. Y pide también, ser un instrumento de poder en el avivamiento experimentando lo increíble y sobrenatural. ¡Dios te bendiga en tu búsqueda! |
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Cuando uno ha sido sumergido profundamente en el Espíritu de Cristo, cuando uno ha tocado el poder celestial y cuando uno ha sido saturado con su gloria, tus valores cambian. Lo pesado del diario vivir se torna en gozo y expectación de la realidad de Dios. No es que las molestias y problemas dejen de existir. Simplemente no nos importan como antes. Como dice la Palabra en 2ª Corintios 3:17; “…el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad…”.
LA OPOSICIÓN QUE CONFRONTÉ Volviendo a considerar la oposición que yo tuve que confrontar después de ser bautizado en el Espíritu Santo; reconozco que mi inexperiencia en las cosas del Espíritu y del avivamiento, me provocaron confusión, dudas y temores. Yo quería avanzar con precaución, pero me encontré con los que no creían con la obra actual del Espíritu de Dios. Trataron de jalarme para un lado, diciendo: “¡salte de eso!”; y los que sí creían, me jalaban para el otro lado diciendo: “¡métete más adentro!”. ¡Salte, –métete– salte, –métete–! ¡Yo sentía que estaba en el potro siendo estirado hasta despedazarme! Bajo tanta presión hice una mala decisión. Decidí poner en un rincón de mi vida todo lo que había experimentado en el Espíritu Santo. ¡No lo negué! Pero no pude seguir en ese camino bajo tanta presión. Más o menos por aquel entonces fue que fuimos dirigidos por Dios a abandonar Cd. Juárez, donde vivimos, para mudarnos a la Sierra del Estado de Chihuahua. Nos establecimos en La Junta, Chih., un pueblo ranchero de aproximadamente 10,000 habitantes. Con fervor y valentía empezamos a alcanzar a este pueblo, que no tenía una iglesia con las buenas nuevas de salvación únicamente en el Señor Jesucristo. Al principio, a pesar de mi decisión de suspender mi búsqueda por más del Espíritu, aún había sobre nosotros una gracia y unción que atrajo a la gente en una manera que, misioneros veteranos, comentaban que no habían visto antes. ¡Qué increíble que Dios pudo usar un siervo tan herido! Sin embargo, pasando los años, esta gracia se disipó y nos encontrábamos con una tarea difícil y aún, imposible. La fuente de poder se había secado en mi vida y lo que más quería yo, era que Dios nos sacara de ese lugar. ¡Yo no podía más! Pero, el problema no fue el lugar, fue la ausencia del Espíritu Santo en mi vida y ministerio. Pasaron diez largos años, y cada día la tarea fue más pesada. Pero en el momento más oscuro, cuando queríamos abandonar el campo misionero, Dios en su gran misericordia, obró a nuestro favor. Él tomó en cuenta que fue mi ignorancia, confusión y temor, por lo que yo había ignorado su Espíritu. Entonces el Señor nos dirigió a un campamento en el Estado de Texas, y uno de los oradores, Harold Hill, un poderoso maestro y autor de avivamiento, oró personalmente por mí. ¡Gracias a Dios! Jamás podré darle las gracias que se merece. ¡Gracias a Dios! Dispuesto a olvidar mi pecado, me derramó otra vez su Espíritu. ¡Qué Él sea glorificado para siempre! Mientras que Harold Hill oraba por mí, algo empezó a subir por mi cuerpo desde mis pies, subiendo como fuego y electricidad, y explotó en mi boca un torrente poderoso de lenguas desconocidas, ¡algo que yo no había orado antes! Dios en su gran misericordia, en un instante, me restauró este precioso y valioso don. Él sanó el dolor, la frustración y desánimo de largos años de sequía espiritual. Su mano tocó lo más profundo de mi alma, llenándome de alegría y gozo. El cambio fue instantáneo, ¡fue como una resurrección! ¡Ya no había la pesadez, tristeza y carga que sentía unos momentos antes! ¡No había el deseo de abandonar la obra en México! ¡Había esperanza! ¡Todo era nuevo! Volvimos a la Sierra de Chihuahua, a los mismos pueblos y al principio nos frustramos por que requirió meses, antes de ver a la gente de estos lugares, recibir la gloriosa plenitud del Espíritu que nosotros habíamos recibido. Pero, por otro lado, comenzamos a ver milagros de sanidad y liberaciones que jamás habíamos visto antes. Y sobre todo, ¡el gozo del Señor llenaba nuestras vidas! ¡Gloria a Dios por siempre! Hemos experimentado su presencia en muchas maneras. Desde entonces nuestras vidas no han sido las mismas. No que ya no tengamos dificultades, ¡no! Claro que hay luchas, pero Él nos ha puesto en un lugar ancho y nos ha hecho llevar mucho fruto que permanece. Él será misericordioso contigo también si, por ignorancia, duda, temor o por presiones has puesto a un lado al Espíritu Santo o has huido del avivamiento, permitiendo a tus propios gustos, o los de otros, dominarte en vez de tu mismo rendirte al Señor. Mira lo que escribe San Pablo en 1ª Timoteo 1:12-14: “Doy gracias… a Jesucristo… poniéndome en el ministerio, habiendo yo sido antes blasfemo, perseguidor e injuriador; mas fui recibido a misericordia porque lo hice por ignorancia, en incredulidad. Pero la gracia de nuestro Señor fue más abundante…”. Mis amados, ¡busquen ser llenos del Espíritu Santo! ¡Busquen el avivamiento de Dios! ¡Busquen lo increíble de Él! Mateo 7:8 dice: “El que pide (y sigue pidiendo) recibe; el que busca (y sigue buscando) halla; el que llama (y sigue llamando) se le abrirá” .Este es el sentido del verbo en el idioma griego en que fue escrito el Nuevo Testamento. Sigue pidiendo, sigue buscando, sigue llamando. Que tu meta sea ser lleno del Espíritu, que tu meta sea el entrar en avivamiento. Pide a Dios que visite a México una vez más con poder, con señales y prodigios, con milagros y maravillas, con sanidades y liberaciones, con la salvación de muchos que se encuentran cansados y desilusionados con la religión sin poder y sin fruto. Y pide también, ser un instrumento de poder en el avivamiento experimentando lo increíble y sobrenatural. ¡Dios te bendiga en tu búsqueda! |
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