El verdadero varón VI | |||||||
El varón y Dios. En mi hogar, yo no tuve la dicha de tener el modelo de un padre cristiano. Durante todos mis años de formación, recuerdo a mi padre peleando injustamente con mi madre, especialmente cuando se trataba de asuntos espirituales. Él la llamaba “fanática” porque insistía en llevarme a mí y a mis dos hermanos a la iglesia cada semana (Gracias a Dios, más tarde en su vida, se entregó a Cristo). Sin embargo a pesar de la falta de ese modelo de un hombre que reflejaba la vida de Jesucristo, yo sabía por las enseñanzas bíblicas que yo podía ser diferente, que yo podía ser un hombre según Dios y no según el patrón que había visto en mi hogar. Decidí que mi matrimonio y mi familia serían diferentes. Y por la gracia de Dios, ¡han sido diferentes! Tu vida puede ser diferente a la de tus padres también. Dios te creó con el propósito definido de tener íntima comunión con Él para gozarse en su presencia y para ser un adorador en espíritu y en verdad. También te creó para ser su agente o representante aquí en la tierra. Dentro de cada hombre encontramos dos naturalezas opuestas. Por un lado, el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios. Por otro lado, es heredero de una naturaleza de pecado, porque somos herederos de Adán, el primer hombre que pecó. La tendencia del mal está dentro de cada uno de nosotros. Cuando Dios confrontó a Adán después de que había comido del fruto prohibido, ¿cómo respondió éste? Le echó la culpa a Eva, diciendo: “la mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí”. Y desde entonces, el hombre se justifica, echándole la culpa a sus padres, a la esposa, a su medio ambiente, a su falta de educación, al gobierno, etc. Pero mientras le echemos la culpa a otros, no vamos a cambiar y no vamos a disfrutar al máximo a Dios. Un verdadero hombre acepta la responsabilidad de su pecado y su necesidad de arrepentirse (cambiar). Dios está buscando hombres que le amen, le sigan y le sirvan de todo corazón. No estoy hablando de los ritos de una religión. Estoy hablando de una relación íntima y personal con Cristo, el Hijo de Dios. Jesucristo dijo que el primer mandamiento esta en Marcos 12:30: “Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas...”. Este amor total para nuestro Dios es de verdaderos hombres.
He aquí, el hombre. Jesús vivió sobre esta tierra por 33 años y él es el máximo ejemplo de lo que es “un verdadero hombre”. Los artistas, pintores, escritores y otros a través de los siglos, han hecho un gran daño pintando a Jesús como un ser débil, sin emoción, místico y hasta afeminado. ¡Pero Jesús no fue así de ninguna manera! ¡Él fue el más varonil de los hombres! Aun físicamente probablemente fue un hombre de muy buena condición, rudo y fuerte, tomando en cuenta su carrera de carpintero y el hecho que viajaba a pie largas distancias. Su misma presencia imponía dondequiera que iba, lo cual atraía a la gente hacía Él. Es cierto que la gente buscaba milagros, pero esa no era la única razón por la que lo seguían. Pasaban horas escuchándole, buscando cómo acercarse a este hombre lleno de autoridad, de cuya boca fluían palabras de vida, consuelo, esperanza y corrección. La gente desesperadamente buscaba un líder a quien pudieran seguir, respetar y admirar. ¡Y Jesús, el hombre real, suplió esa necesidad! Él fue un guerrero tierno, un hombre fuerte pero no duro. Delante de una viuda o un enfermo, Él era tierno y compasivo. Frente a los hipócritas, mostró ardiente enojo con indignación santa, llamándoles “sepulcros blanqueados” y “serpientes” porque sólo querían impresionar a la gente. Al confrontar a la gente religiosa que se autojustificaba, Él no mostró misericordia. Pero con la mujer descubierta en adulterio, Jesús dijo: “el que esté sin pecado, arroje la primera piedra”. A ella la perdonó, diciéndole: “vete y no peques más”. A los “chuecos” cambistas de monedas que compraban y vendían en el templo, Jesús aventó sus mesas de monedas, agarró un látigo y les corrió. ¡No tuvo miedo de una confrontación cuando era necesaria! ¡Es evidente que su presencia imponía! En todos estos casos donde Jesús tomaba la autoridad, sus críticos, aunque bien frustrados e indignados, jamás se atrevieron a desafiar su autoridad. Por mucho que lo menospreciaban o aun odiaban, había en Él un “algo” que imponía. Aun en su hora más negra, después de ser maltratado y abofeteado vilmente, Pilato, el gobernador romano, anunció al mundo a la hora de su juicio, “¡He aquí el hombre!”(Juan 19:5). Sócrates enseñó por 40 años, Platón por 50, Aristóteles por 40 años y Jesús por tan sólo tres años. Sin embargo, la influencia del ministerio de Cristo trasciende infinitamente al impacto dejado por los 130 años combinados de enseñanza de estos hombres, los más grandes filósofos y pensadores de la historia. Henry G. Bosch escribió: “Jesús no pintó ningún cuadro, pero algunas de las mejores pinturas de Miguel Ángel y Leonardo Da Vinci recibieron su inspiración de Él. Jesús no escribió poesía, pero Dante, Milton y muchos de los mejores poetas del mundo fueron inspirados por Él. Jesús no compuso música, mas Handel, Beethoven, Bach y otros, alcanzaron la más alta perfección de melodía en la música que compusieron para su alabanza. Cada esfera de grandeza humana ha sido enriquecida por ‘el humilde carpintero’ de Nazaret”. Nuestro calendario se rige por su venida, nuestros días festivos principales son a causa de su presencia. Aun aquellos que niegan su divinidad, reconocen que fue uno de los más grandes maestros de todos los tiempos. Para algunas personas, Jesús es solamente un personaje histórico, tal vez un gran maestro; pero Él es más: Él es el Hijo de Dios y el Salvador del mundo. Hay algo que es de eterno valor que tienes que considerar, si no lo has hecho aún, es tu eterna salvación. Es necesario nacer de nuevo. Debes convertirte en un seguidor de Jesús, arrepentirte de todo pecado; confesándolo, odiándolo y abandonándolo .Jesús dijo a Nicodemo; un líder espiritual en Jerusalén: “Tienes que nacer de nuevo si quieres ver el reino de Dios y entrar en él”. Hay que experimentar una verdadera conversión a Jesucristo por el poder del Espíritu Santo. Sólo repetir una oración que alguien dirija, no va a darte salvación. Tienes que nacer de el Espíritu Santo. Los seguidores de Jesús le aman, le siguen, le obedecen. Al hacerlo; tu, como hombre podrás entonces comenzar el camino para convertirte en lo que Dios diseñó que fueras desde el principio, ni macho, ni ratón; ¡sino Verdadero Varón!
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El verdadero varón VI |
El varón y Dios. En mi hogar, yo no tuve la dicha de tener el modelo de un padre cristiano. Durante todos mis años de formación, recuerdo a mi padre peleando injustamente con mi madre, especialmente cuando se trataba de asuntos espirituales. Él la llamaba “fanática” porque insistía en llevarme a mí y a mis dos hermanos a la iglesia cada semana (Gracias a Dios, más tarde en su vida, se entregó a Cristo). Sin embargo a pesar de la falta de ese modelo de un hombre que reflejaba la vida de Jesucristo, yo sabía por las enseñanzas bíblicas que yo podía ser diferente, que yo podía ser un hombre según Dios y no según el patrón que había visto en mi hogar. Decidí que mi matrimonio y mi familia serían diferentes. Y por la gracia de Dios, ¡han sido diferentes! Tu vida puede ser diferente a la de tus padres también. Dios te creó con el propósito definido de tener íntima comunión con Él para gozarse en su presencia y para ser un adorador en espíritu y en verdad. También te creó para ser su agente o representante aquí en la tierra. Dentro de cada hombre encontramos dos naturalezas opuestas. Por un lado, el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios. Por otro lado, es heredero de una naturaleza de pecado, porque somos herederos de Adán, el primer hombre que pecó. La tendencia del mal está dentro de cada uno de nosotros. Cuando Dios confrontó a Adán después de que había comido del fruto prohibido, ¿cómo respondió éste? Le echó la culpa a Eva, diciendo: “la mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí”. Y desde entonces, el hombre se justifica, echándole la culpa a sus padres, a la esposa, a su medio ambiente, a su falta de educación, al gobierno, etc. Pero mientras le echemos la culpa a otros, no vamos a cambiar y no vamos a disfrutar al máximo a Dios. Un verdadero hombre acepta la responsabilidad de su pecado y su necesidad de arrepentirse (cambiar). Dios está buscando hombres que le amen, le sigan y le sirvan de todo corazón. No estoy hablando de los ritos de una religión. Estoy hablando de una relación íntima y personal con Cristo, el Hijo de Dios. Jesucristo dijo que el primer mandamiento esta en Marcos 12:30: “Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas...”. Este amor total para nuestro Dios es de verdaderos hombres.
He aquí, el hombre. Jesús vivió sobre esta tierra por 33 años y él es el máximo ejemplo de lo que es “un verdadero hombre”. Los artistas, pintores, escritores y otros a través de los siglos, han hecho un gran daño pintando a Jesús como un ser débil, sin emoción, místico y hasta afeminado. ¡Pero Jesús no fue así de ninguna manera! ¡Él fue el más varonil de los hombres! Aun físicamente probablemente fue un hombre de muy buena condición, rudo y fuerte, tomando en cuenta su carrera de carpintero y el hecho que viajaba a pie largas distancias. Su misma presencia imponía dondequiera que iba, lo cual atraía a la gente hacía Él. Es cierto que la gente buscaba milagros, pero esa no era la única razón por la que lo seguían. Pasaban horas escuchándole, buscando cómo acercarse a este hombre lleno de autoridad, de cuya boca fluían palabras de vida, consuelo, esperanza y corrección. La gente desesperadamente buscaba un líder a quien pudieran seguir, respetar y admirar. ¡Y Jesús, el hombre real, suplió esa necesidad! Él fue un guerrero tierno, un hombre fuerte pero no duro. Delante de una viuda o un enfermo, Él era tierno y compasivo. Frente a los hipócritas, mostró ardiente enojo con indignación santa, llamándoles “sepulcros blanqueados” y “serpientes” porque sólo querían impresionar a la gente. Al confrontar a la gente religiosa que se autojustificaba, Él no mostró misericordia. Pero con la mujer descubierta en adulterio, Jesús dijo: “el que esté sin pecado, arroje la primera piedra”. A ella la perdonó, diciéndole: “vete y no peques más”. A los “chuecos” cambistas de monedas que compraban y vendían en el templo, Jesús aventó sus mesas de monedas, agarró un látigo y les corrió. ¡No tuvo miedo de una confrontación cuando era necesaria! ¡Es evidente que su presencia imponía! En todos estos casos donde Jesús tomaba la autoridad, sus críticos, aunque bien frustrados e indignados, jamás se atrevieron a desafiar su autoridad. Por mucho que lo menospreciaban o aun odiaban, había en Él un “algo” que imponía. Aun en su hora más negra, después de ser maltratado y abofeteado vilmente, Pilato, el gobernador romano, anunció al mundo a la hora de su juicio, “¡He aquí el hombre!”(Juan 19:5). Sócrates enseñó por 40 años, Platón por 50, Aristóteles por 40 años y Jesús por tan sólo tres años. Sin embargo, la influencia del ministerio de Cristo trasciende infinitamente al impacto dejado por los 130 años combinados de enseñanza de estos hombres, los más grandes filósofos y pensadores de la historia. Henry G. Bosch escribió: “Jesús no pintó ningún cuadro, pero algunas de las mejores pinturas de Miguel Ángel y Leonardo Da Vinci recibieron su inspiración de Él. Jesús no escribió poesía, pero Dante, Milton y muchos de los mejores poetas del mundo fueron inspirados por Él. Jesús no compuso música, mas Handel, Beethoven, Bach y otros, alcanzaron la más alta perfección de melodía en la música que compusieron para su alabanza. Cada esfera de grandeza humana ha sido enriquecida por ‘el humilde carpintero’ de Nazaret”. Nuestro calendario se rige por su venida, nuestros días festivos principales son a causa de su presencia. Aun aquellos que niegan su divinidad, reconocen que fue uno de los más grandes maestros de todos los tiempos. Para algunas personas, Jesús es solamente un personaje histórico, tal vez un gran maestro; pero Él es más: Él es el Hijo de Dios y el Salvador del mundo. Hay algo que es de eterno valor que tienes que considerar, si no lo has hecho aún, es tu eterna salvación. Es necesario nacer de nuevo. Debes convertirte en un seguidor de Jesús, arrepentirte de todo pecado; confesándolo, odiándolo y abandonándolo .Jesús dijo a Nicodemo; un líder espiritual en Jerusalén: “Tienes que nacer de nuevo si quieres ver el reino de Dios y entrar en él”. Hay que experimentar una verdadera conversión a Jesucristo por el poder del Espíritu Santo. Sólo repetir una oración que alguien dirija, no va a darte salvación. Tienes que nacer de el Espíritu Santo. Los seguidores de Jesús le aman, le siguen, le obedecen. Al hacerlo; tu, como hombre podrás entonces comenzar el camino para convertirte en lo que Dios diseñó que fueras desde el principio, ni macho, ni ratón; ¡sino Verdadero Varón!
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El varón y Dios. En mi hogar, yo no tuve la dicha de tener el modelo de un padre cristiano. Durante todos mis años de formación, recuerdo a mi padre peleando injustamente con mi madre, especialmente cuando se trataba de asuntos espirituales. Él la llamaba “fanática” porque insistía en llevarme a mí y a mis dos hermanos a la iglesia cada semana (Gracias a Dios, más tarde en su vida, se entregó a Cristo). Sin embargo a pesar de la falta de ese modelo de un hombre que reflejaba la vida de Jesucristo, yo sabía por las enseñanzas bíblicas que yo podía ser diferente, que yo podía ser un hombre según Dios y no según el patrón que había visto en mi hogar. Decidí que mi matrimonio y mi familia serían diferentes. Y por la gracia de Dios, ¡han sido diferentes! Tu vida puede ser diferente a la de tus padres también. Dios te creó con el propósito definido de tener íntima comunión con Él para gozarse en su presencia y para ser un adorador en espíritu y en verdad. También te creó para ser su agente o representante aquí en la tierra. Dentro de cada hombre encontramos dos naturalezas opuestas. Por un lado, el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios. Por otro lado, es heredero de una naturaleza de pecado, porque somos herederos de Adán, el primer hombre que pecó. La tendencia del mal está dentro de cada uno de nosotros. Cuando Dios confrontó a Adán después de que había comido del fruto prohibido, ¿cómo respondió éste? Le echó la culpa a Eva, diciendo: “la mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí”. Y desde entonces, el hombre se justifica, echándole la culpa a sus padres, a la esposa, a su medio ambiente, a su falta de educación, al gobierno, etc. Pero mientras le echemos la culpa a otros, no vamos a cambiar y no vamos a disfrutar al máximo a Dios. Un verdadero hombre acepta la responsabilidad de su pecado y su necesidad de arrepentirse (cambiar). Dios está buscando hombres que le amen, le sigan y le sirvan de todo corazón. No estoy hablando de los ritos de una religión. Estoy hablando de una relación íntima y personal con Cristo, el Hijo de Dios. Jesucristo dijo que el primer mandamiento esta en Marcos 12:30: “Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas...”. Este amor total para nuestro Dios es de verdaderos hombres.
He aquí, el hombre. Jesús vivió sobre esta tierra por 33 años y él es el máximo ejemplo de lo que es “un verdadero hombre”. Los artistas, pintores, escritores y otros a través de los siglos, han hecho un gran daño pintando a Jesús como un ser débil, sin emoción, místico y hasta afeminado. ¡Pero Jesús no fue así de ninguna manera! ¡Él fue el más varonil de los hombres! Aun físicamente probablemente fue un hombre de muy buena condición, rudo y fuerte, tomando en cuenta su carrera de carpintero y el hecho que viajaba a pie largas distancias. Su misma presencia imponía dondequiera que iba, lo cual atraía a la gente hacía Él. Es cierto que la gente buscaba milagros, pero esa no era la única razón por la que lo seguían. Pasaban horas escuchándole, buscando cómo acercarse a este hombre lleno de autoridad, de cuya boca fluían palabras de vida, consuelo, esperanza y corrección. La gente desesperadamente buscaba un líder a quien pudieran seguir, respetar y admirar. ¡Y Jesús, el hombre real, suplió esa necesidad! Él fue un guerrero tierno, un hombre fuerte pero no duro. Delante de una viuda o un enfermo, Él era tierno y compasivo. Frente a los hipócritas, mostró ardiente enojo con indignación santa, llamándoles “sepulcros blanqueados” y “serpientes” porque sólo querían impresionar a la gente. Al confrontar a la gente religiosa que se autojustificaba, Él no mostró misericordia. Pero con la mujer descubierta en adulterio, Jesús dijo: “el que esté sin pecado, arroje la primera piedra”. A ella la perdonó, diciéndole: “vete y no peques más”. A los “chuecos” cambistas de monedas que compraban y vendían en el templo, Jesús aventó sus mesas de monedas, agarró un látigo y les corrió. ¡No tuvo miedo de una confrontación cuando era necesaria! ¡Es evidente que su presencia imponía! En todos estos casos donde Jesús tomaba la autoridad, sus críticos, aunque bien frustrados e indignados, jamás se atrevieron a desafiar su autoridad. Por mucho que lo menospreciaban o aun odiaban, había en Él un “algo” que imponía. Aun en su hora más negra, después de ser maltratado y abofeteado vilmente, Pilato, el gobernador romano, anunció al mundo a la hora de su juicio, “¡He aquí el hombre!”(Juan 19:5). Sócrates enseñó por 40 años, Platón por 50, Aristóteles por 40 años y Jesús por tan sólo tres años. Sin embargo, la influencia del ministerio de Cristo trasciende infinitamente al impacto dejado por los 130 años combinados de enseñanza de estos hombres, los más grandes filósofos y pensadores de la historia. Henry G. Bosch escribió: “Jesús no pintó ningún cuadro, pero algunas de las mejores pinturas de Miguel Ángel y Leonardo Da Vinci recibieron su inspiración de Él. Jesús no escribió poesía, pero Dante, Milton y muchos de los mejores poetas del mundo fueron inspirados por Él. Jesús no compuso música, mas Handel, Beethoven, Bach y otros, alcanzaron la más alta perfección de melodía en la música que compusieron para su alabanza. Cada esfera de grandeza humana ha sido enriquecida por ‘el humilde carpintero’ de Nazaret”. Nuestro calendario se rige por su venida, nuestros días festivos principales son a causa de su presencia. Aun aquellos que niegan su divinidad, reconocen que fue uno de los más grandes maestros de todos los tiempos. Para algunas personas, Jesús es solamente un personaje histórico, tal vez un gran maestro; pero Él es más: Él es el Hijo de Dios y el Salvador del mundo. Hay algo que es de eterno valor que tienes que considerar, si no lo has hecho aún, es tu eterna salvación. Es necesario nacer de nuevo. Debes convertirte en un seguidor de Jesús, arrepentirte de todo pecado; confesándolo, odiándolo y abandonándolo .Jesús dijo a Nicodemo; un líder espiritual en Jerusalén: “Tienes que nacer de nuevo si quieres ver el reino de Dios y entrar en él”. Hay que experimentar una verdadera conversión a Jesucristo por el poder del Espíritu Santo. Sólo repetir una oración que alguien dirija, no va a darte salvación. Tienes que nacer de el Espíritu Santo. Los seguidores de Jesús le aman, le siguen, le obedecen. Al hacerlo; tu, como hombre podrás entonces comenzar el camino para convertirte en lo que Dios diseñó que fueras desde el principio, ni macho, ni ratón; ¡sino Verdadero Varón!
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