El desafío de ser hombre III


Por: Hno. Victor Richards
Publicado el:
Jueves 3 de Agosto, 2017

El desafío
de ser Hombre

 

3. El hombre como padre

Tenía únicamente 24 años cuando Chris, nuestro primer hijo, nació, en el año 1958. En aquel entonces no tuve la menor idea que mi relación con él, y después con nuestros hijos Sheri y Marcos, quienes nacieron en 1959 y 1964, pudiera tener un impacto tan grande sobre la relación de ellos con su Padre celestial.

Ignoraba que inconscientemente mis hijos pudieran atribuir a Dios el Padre, las fuerzas y las debilidades que vieron en mí, su padre terrenal. Fui demasiado ingenuo aquel glorioso día para saber que estaba comenzando la tarea más importante de mi vida. No me daba cuenta que si fracasaba como padre, todos los demás logros en la vida, de una manera significante serían disminuidos.

Ser padre nunca ha sido fácil, pero sin duda las presiones y dificultades actualmente son multiplicadas en comparación a aquel entonces. Sin embargo, Dios mismo respalda al hombre que toma seriamente su papel de ser un buen padre.

Aun si no tienes hijos propios, puedes experimentar la paternidad porque el aspecto más complicado y difícil, no es el procrear hijos, sino el influenciar y formarlos. Nuestras congregaciones y nuestras comunidades están llenas de niños y jóvenes sin padres que anhelan que un verdadero hombre tome interés en ellos y así sea para ellos un “padre”.

 

Amor, disciplina y dirección espiritual

Todo hombre que desea ser un buen padre seguramente está atento en cuanto a proveer para las necesidades materiales de los hijos, pero con frecuencia descuida otras necesidades, como: el amor incondicional, la disciplina consistente y la dirección espiritual.

El amor incondicional no depende del comportamiento del niño, aunque puede ser fuertemente probado si el niño es de carácter difícil. El amor es la base para una sana autoestima del hijo y necesita ser demostrado físicamente, aun con hijos varones, con “toques significativos”. Por ejemplo, con abrazos, besos, “luchitas” y juegos. Además de nuestras palabras y acciones.

 

El amor se expresa

En uno de nuestros encuentros pastorales en Vino Nuevo, estábamos orando personalmente por los pastores y líderes, quienes se habían formado en una fila al frente del auditorio. Cuando llegué enfrente de cierto hombre para orar por él, sentí el impulso del Espíritu Santo de darle un abrazo de padre y aun un beso en la mejilla y decirle: “Dios me dijo que te diera, de parte de Él, este abrazo y beso”. El hombre empezó a llorar incontrolablemente. Yo no tenía la menor idea en ese momento que, lo que yo acababa de hacer transformaría por completo la vida de este varón.

Unas semanas después recibí una carta de un pastor en el estado de Chiapas, llamado Mario (él me dio permiso para contar su historia), ¡que me dejó con la boca abierta! Mario me compartió, cómo de niño su padre jamás le había abrazado o besado, cosa que él anhelaba. La falta de este cariño expresado le había afectado tanto que continuamente miraba a otros niños y se preguntaba, “¿por qué no puedo yo tener un papá que me besa, como los otros niños?”. Mario llegó a ser un adulto lesionado emocionalmente. Estaba lleno de amargura y rencor por este “vacío” en su corazón a tal grado que no pudo dar ni recibir amor de la gente. ¡Y ya era un pastor!

Sin embargo, aquel día en Cd. Juárez, cuando él recibió este abrazo y beso “de parte de Dios”, llegó una sanidad emocional y espiritual al grado que Mario dice ser otro hombre. No es para sorprenderse que, ¡aun su iglesia ha crecido desde esta tremenda sanidad!

¡No permitas que tus hijos tengan que pasar años sufriendo por la falta del amor expresado! Tú estarás comunicándoles el amor incondicional del Padre al darles abrazos y besos. Alguien dijo: “Si una muchacha de 13 ó 14 años no recibe abrazos sanos de su padre, es muy probable que los buscará de alguien equivocado”.

 

Disciplina equilibrada

Cuando hablamos de disciplina, algunos hombres malentienden y sus hogares se parecen a un campo de concentración, donde los hijos viven atemorizados porque el error más pequeño se convierte en una ofensa grande castigada severamente.

Disciplina sin amor, es tiranía y produce hijos que llegan a ser adultos temerosos y llenos de hostilidad. Por otro lado, amor sin disciplina, es débil y permisivo, produciendo hijos sin carácter y muchas veces sin moralidad.

En Efesios 6:4 Dios nos exhorta a los padres de la siguiente manera:

“Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos...”.

¿Qué es lo que provoca a ira a un hijo? Ser duro e inflexible. No mostrándole respeto como persona importante, no prestándole atención cuando quiere hablar. Disciplinándole en público o delante de sus amigos. También una disciplina que simplemente irrita pero no es suficientemente decisiva.

A través de los años, entrevistando a cientos de personas, he observado dos extremos. Por un lado, especialmente en los ranchos y lugares de poca educación, los padres usan la fuerza física, aun la crueldad, para controlar a los hijos, golpeándoles hasta dejar huellas en sus cuerpos.

Conozco a una hermana en Cristo que se crió en un rancho en el estado de Durango,  ella testifica que su padre le golpeaba tan brutalmente que hasta la fecha lleva las cicatrices en su cuerpo. Lo que es más, llevaba cicatrices en su alma, hasta que Cristo le dio la gracia de perdonar a su padre y ahora vive libre de toda amargura.

 

Padres  permisivos

Por otro lado, es común que los padres con mayor educación, tal vez estudios en la universidad, sean demasiados permisivos. Siguen el consejo de los “expertos” humanistas y el resultado son niños consentidos y egoístas. Recientemente vi en la televisión un reportaje interesante pero triste a la vez. Se trataba de quién lleva la autoridad en las familias. Sorprendentemente, en muchas familias no es ni el padre, ni la madre, ¡sino los niños! Vimos gráficamente en la pantalla escenas de niños de tres, cuatro o cinco años de edad, literalmente controlando, a través de berrinches o sencillamente no haciendo lo que los padres les pedían: cosas rutinarias como comer su alimento, o dormir a la hora indicada.

Lo que más me sorprendió fue la actitud pasiva y fatalista de los padres. En vez de seguir las claras instrucciones de la Biblia y disciplinar con amor y firmeza a los hijos desobedientes, estos padres pasaban una hora o más “rogando” al niño de seis años: “Por favor, acuéstate porque ya es muy noche y tienes que ir a la escuela mañana”.

Obviamente, estos padres estaban exhaustos física y emocionalmente. Algunos padres aun lamentan haber engendrado hijos porque éstos les hacen la vida “un infierno” y, ¡la culpa no es de los niños!

Cuando dejamos de seguir la “sabiduría” humana y seguimos la Palabra de Dios, nuestra familia puede ser un “pedacito de cielo” aquí en la tierra. Con esto, no estoy diciendo que el criar hijos será fácil, ni que su comportamiento será todo lo que deseamos. Pero cuando combinamos el amor incondicional con la disciplina equilibrada, se producen hijos emocionalmente sanos.

 

El padre como profeta, sacerdote y rey

El diccionario define la palabra profeta como: Una persona que habla por Dios o alguien que representa a Dios delante de otros.

Y un sacerdote como: El que ofrece sacrificios a favor del pueblo, es decir, alguien que representa a otros delante de Dios.

Y, ¿qué hace un rey? ¡Gobierna!

En breve aquí vemos las tres funciones de nuestra tarea espiritual como padres: enseñar a nuestra familia de Dios, hablar con Dios de nuestra familia a través de oración e intercesión y gobernar con justicia y amor para que ellos tengan un concepto correcto del carácter del Padre celestial. Para los niños, sus primeros conceptos de Dios no vienen de un libro ni de la iglesia, sino de sus padres. Martín Lutero en una ocasión escribió:

“Batallo para orar la oración del Padre nuestro, porque cuando digo, Padre nuestro, pienso en mi propio padre quien fue durísimo, inflexible e implacable. Me es difícil no pensar en Dios de esta forma”.

No hay responsabilidad más desafiante que la de entrenar espiritualmente a nuestros hijos. Las Escrituras y la historia están llenas de relatos trágicos de grandes hombres que fallaron en esta tarea tan importante. Tres de ellos que vienen a mi mente son: Elí, el sacerdote; Samuel, el profeta; y David, el rey.

Elí, el sacerdote, fue demasiado permisivo con sus hijos; veamos 1ª Samuel 3:13:

“Y le mostraré (Dios hablando) que yo juzgaré su casa para siempre... porque sus hijos han blasfemado a Dios, y él no los ha estorbado”.

El profeta Samuel aparentemente estaba demasiado ocupado. Él se entregó a la obra de Dios de tal manera que sacrificó su relación con sus hijos. Veamos ahora 1ª Samuel 8:5:

“Y le dijeron: He aquí tú has envejecido, y tus hijos no andan en tus caminos...”.

Por otro lado, el fracaso moral de David fue más abierto. Él traicionó la confianza de sus hijos al cometer adulterio con Betsabé y después mandó matar al esposo de ella. Desde este momento, sus hijos le perdieron el respeto y como consecuencia él sufrió en las manos de sus hijos como ningún otro hombre.

Tristemente, los errores de estos tres hombres se repiten con frecuencia en la actualidad. Entre más viajo, más escucho historias trágicas de los hijos de grandes siervos de Dios. En cierta ciudad mexicana, un hijo amargado rehusó asistir al funeral de su padre, un pastor grandemente reconocido dentro de su agrupación, porque según este hijo, “la iglesia me robó a mi padre”. Parece que el pastor tenía tiempo para todo el mundo, ¡menos para su propia familia!

 

Necesidad de liderazgo varonil

¡Hombre, no seas tibio en cuanto a las cosas de Dios! Entrégate completamente a Él y luego aprende a ser el líder espiritual que tu familia necesita. Sé valiente e involúcrate en las vidas espirituales de tus hijos. Busca la manera de orar juntos. Si nunca lo has hecho, tal vez sea difícil la primera vez pero tu familia en poco tiempo te respetará.

Antes de salir al trabajo en las mañanas, toma la mano de tu esposa y ora por ella, declara bendición y paz sobre su vida y sobre su casa. Las recompensas serán inmensas y tu realización como hombre aumentará grandemente al ver que puedes guiar a tu familia en lo que más importa en la vida.

Cuando el hombre no ha entregado su vida a Jesucristo, no está preparado para ser el profeta, sacerdote y rey en su casa porque él no pertenece a Dios y no puede entender a Dios (no estoy diciendo que la esposa e hijos no deben honrarle como cabeza en las otras áreas, hablo únicamente del área espiritual). En tales situaciones lamentables, la esposa, si es cristiana, no tiene otra opción sino asumir la responsabilidad espiritual para los hijos.

¡Cómo doy gracias a Dios por mi madre, que se vio obligada a hacer precisamente esto: tomar las riendas del liderazgo espiritual en nuestra casa mientras mis dos hermanos y yo crecíamos! Si no hubiera sido por la fidelidad de ella en enseñarnos de Dios, muchas veces llevándonos a las reuniones cristianas en contra de la voluntad de mi padre, ¡no quiero ni imaginar dónde estaría yo ahora!

Sin embargo, aunque mi madre hizo lo que tenía que hacer y por la gracia de Dios, resultó bien, no siempre sucede que los hijos siguen a su madre piadosa. ¡No te confíes! Ellos necesitan que papá tome el liderazgo espiritual. ¡Dios lo demanda de ti y Él te respaldará!

 

Padres fuertes: Hijos con valores morales

Cuando el padre toma su lugar como líder espiritual de la familia, es mucho más probable que los hijos tengan valores morales que los guardarán de futuros fracasos.

¡Cómo me indigna ver a padres que empujan a sus hijos adolescentes a tener noviazgo! Quisiera tomar a ese padre por sus hombros y sacudirle. ¡No sabe el peligro en que se va a meter este muchacho!

Josh McDowell, el conocido autor que trabaja continuamente con jóvenes dice lo siguiente:

“Si un adolescente empieza a relacionarse con el sexo opuesto a los 12 años, en plan de pretendiente, es casi 75% seguro que él estará sexualmente activo a los 17 años. Por otro lado, si este joven no empieza a tener pretendientes hasta los l6 años, el porcentaje de probabilidad se disminuye grandemente”. Otro factor en los noviazgos es, ¿con quién? Si nunca permites que tu hija/hijo tenga un novio/novia que no sea un genuino cristiano comprometido, entonces nunca se casará con esta clase de persona.

También sé un padre con convicciones radicales en cuanto a cuáles programas televisados se permiten ver, para que los hijos no estén expuestos a las continuas escenas promiscuas en la pantalla.

El Dr. Edwin Louis Cole declara:

“Cualquier macho puede engendrar un niño; pero se requiere un hombre para ser un verdadero padre”.

Y yo añado: Se requiere un hombre de Dios para ser un verdadero  padre.

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Ser padre nunca ha sido fácil, pero sin duda las presiones y dificultades actualmente son multiplicadas en comparación a aquel entonces. Sin embargo, Dios mismo respalda al hombre que toma seriamente su papel de ser un buen padre.

Aun si no tienes hijos propios, puedes experimentar la paternidad porque el aspecto más complicado y difícil, no es el procrear hijos, sino el influenciar y formarlos. Nuestras congregaciones y nuestras comunidades están llenas de niños y jóvenes sin padres que anhelan que un verdadero hombre tome interés en ellos y así sea para ellos un “padre”.

 

Amor, disciplina y dirección espiritual

Todo hombre que desea ser un buen padre seguramente está atento en cuanto a proveer para las necesidades materiales de los hijos, pero con frecuencia descuida otras necesidades, como: el amor incondicional, la disciplina consistente y la dirección espiritual.

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El amor se expresa

En uno de nuestros encuentros pastorales en Vino Nuevo, estábamos orando personalmente por los pastores y líderes, quienes se habían formado en una fila al frente del auditorio. Cuando llegué enfrente de cierto hombre para orar por él, sentí el impulso del Espíritu Santo de darle un abrazo de padre y aun un beso en la mejilla y decirle: “Dios me dijo que te diera, de parte de Él, este abrazo y beso”. El hombre empezó a llorar incontrolablemente. Yo no tenía la menor idea en ese momento que, lo que yo acababa de hacer transformaría por completo la vida de este varón.

Unas semanas después recibí una carta de un pastor en el estado de Chiapas, llamado Mario (él me dio permiso para contar su historia), ¡que me dejó con la boca abierta! Mario me compartió, cómo de niño su padre jamás le había abrazado o besado, cosa que él anhelaba. La falta de este cariño expresado le había afectado tanto que continuamente miraba a otros niños y se preguntaba, “¿por qué no puedo yo tener un papá que me besa, como los otros niños?”. Mario llegó a ser un adulto lesionado emocionalmente. Estaba lleno de amargura y rencor por este “vacío” en su corazón a tal grado que no pudo dar ni recibir amor de la gente. ¡Y ya era un pastor!

Sin embargo, aquel día en Cd. Juárez, cuando él recibió este abrazo y beso “de parte de Dios”, llegó una sanidad emocional y espiritual al grado que Mario dice ser otro hombre. No es para sorprenderse que, ¡aun su iglesia ha crecido desde esta tremenda sanidad!

¡No permitas que tus hijos tengan que pasar años sufriendo por la falta del amor expresado! Tú estarás comunicándoles el amor incondicional del Padre al darles abrazos y besos. Alguien dijo: “Si una muchacha de 13 ó 14 años no recibe abrazos sanos de su padre, es muy probable que los buscará de alguien equivocado”.

 

Disciplina equilibrada

Cuando hablamos de disciplina, algunos hombres malentienden y sus hogares se parecen a un campo de concentración, donde los hijos viven atemorizados porque el error más pequeño se convierte en una ofensa grande castigada severamente.

Disciplina sin amor, es tiranía y produce hijos que llegan a ser adultos temerosos y llenos de hostilidad. Por otro lado, amor sin disciplina, es débil y permisivo, produciendo hijos sin carácter y muchas veces sin moralidad.

En Efesios 6:4 Dios nos exhorta a los padres de la siguiente manera:

“Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos...”.

¿Qué es lo que provoca a ira a un hijo? Ser duro e inflexible. No mostrándole respeto como persona importante, no prestándole atención cuando quiere hablar. Disciplinándole en público o delante de sus amigos. También una disciplina que simplemente irrita pero no es suficientemente decisiva.

A través de los años, entrevistando a cientos de personas, he observado dos extremos. Por un lado, especialmente en los ranchos y lugares de poca educación, los padres usan la fuerza física, aun la crueldad, para controlar a los hijos, golpeándoles hasta dejar huellas en sus cuerpos.

Conozco a una hermana en Cristo que se crió en un rancho en el estado de Durango,  ella testifica que su padre le golpeaba tan brutalmente que hasta la fecha lleva las cicatrices en su cuerpo. Lo que es más, llevaba cicatrices en su alma, hasta que Cristo le dio la gracia de perdonar a su padre y ahora vive libre de toda amargura.

 

Padres  permisivos

Por otro lado, es común que los padres con mayor educación, tal vez estudios en la universidad, sean demasiados permisivos. Siguen el consejo de los “expertos” humanistas y el resultado son niños consentidos y egoístas. Recientemente vi en la televisión un reportaje interesante pero triste a la vez. Se trataba de quién lleva la autoridad en las familias. Sorprendentemente, en muchas familias no es ni el padre, ni la madre, ¡sino los niños! Vimos gráficamente en la pantalla escenas de niños de tres, cuatro o cinco años de edad, literalmente controlando, a través de berrinches o sencillamente no haciendo lo que los padres les pedían: cosas rutinarias como comer su alimento, o dormir a la hora indicada.

Lo que más me sorprendió fue la actitud pasiva y fatalista de los padres. En vez de seguir las claras instrucciones de la Biblia y disciplinar con amor y firmeza a los hijos desobedientes, estos padres pasaban una hora o más “rogando” al niño de seis años: “Por favor, acuéstate porque ya es muy noche y tienes que ir a la escuela mañana”.

Obviamente, estos padres estaban exhaustos física y emocionalmente. Algunos padres aun lamentan haber engendrado hijos porque éstos les hacen la vida “un infierno” y, ¡la culpa no es de los niños!

Cuando dejamos de seguir la “sabiduría” humana y seguimos la Palabra de Dios, nuestra familia puede ser un “pedacito de cielo” aquí en la tierra. Con esto, no estoy diciendo que el criar hijos será fácil, ni que su comportamiento será todo lo que deseamos. Pero cuando combinamos el amor incondicional con la disciplina equilibrada, se producen hijos emocionalmente sanos.

 

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Y un sacerdote como: El que ofrece sacrificios a favor del pueblo, es decir, alguien que representa a otros delante de Dios.

Y, ¿qué hace un rey? ¡Gobierna!

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Elí, el sacerdote, fue demasiado permisivo con sus hijos; veamos 1ª Samuel 3:13:

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El desafío de ser hombre III



Por: Hno. Victor Richards
Jueves 3 de Agosto, 2017

El desafío
de ser Hombre

 

3. El hombre como padre

Tenía únicamente 24 años cuando Chris, nuestro primer hijo, nació, en el año 1958. En aquel entonces no tuve la menor idea que mi relación con él, y después con nuestros hijos Sheri y Marcos, quienes nacieron en 1959 y 1964, pudiera tener un impacto tan grande sobre la relación de ellos con su Padre celestial.

Ignoraba que inconscientemente mis hijos pudieran atribuir a Dios el Padre, las fuerzas y las debilidades que vieron en mí, su padre terrenal. Fui demasiado ingenuo aquel glorioso día para saber que estaba comenzando la tarea más importante de mi vida. No me daba cuenta que si fracasaba como padre, todos los demás logros en la vida, de una manera significante serían disminuidos.

Ser padre nunca ha sido fácil, pero sin duda las presiones y dificultades actualmente son multiplicadas en comparación a aquel entonces. Sin embargo, Dios mismo respalda al hombre que toma seriamente su papel de ser un buen padre.

Aun si no tienes hijos propios, puedes experimentar la paternidad porque el aspecto más complicado y difícil, no es el procrear hijos, sino el influenciar y formarlos. Nuestras congregaciones y nuestras comunidades están llenas de niños y jóvenes sin padres que anhelan que un verdadero hombre tome interés en ellos y así sea para ellos un “padre”.

 

Amor, disciplina y dirección espiritual

Todo hombre que desea ser un buen padre seguramente está atento en cuanto a proveer para las necesidades materiales de los hijos, pero con frecuencia descuida otras necesidades, como: el amor incondicional, la disciplina consistente y la dirección espiritual.

El amor incondicional no depende del comportamiento del niño, aunque puede ser fuertemente probado si el niño es de carácter difícil. El amor es la base para una sana autoestima del hijo y necesita ser demostrado físicamente, aun con hijos varones, con “toques significativos”. Por ejemplo, con abrazos, besos, “luchitas” y juegos. Además de nuestras palabras y acciones.

 

El amor se expresa

En uno de nuestros encuentros pastorales en Vino Nuevo, estábamos orando personalmente por los pastores y líderes, quienes se habían formado en una fila al frente del auditorio. Cuando llegué enfrente de cierto hombre para orar por él, sentí el impulso del Espíritu Santo de darle un abrazo de padre y aun un beso en la mejilla y decirle: “Dios me dijo que te diera, de parte de Él, este abrazo y beso”. El hombre empezó a llorar incontrolablemente. Yo no tenía la menor idea en ese momento que, lo que yo acababa de hacer transformaría por completo la vida de este varón.

Unas semanas después recibí una carta de un pastor en el estado de Chiapas, llamado Mario (él me dio permiso para contar su historia), ¡que me dejó con la boca abierta! Mario me compartió, cómo de niño su padre jamás le había abrazado o besado, cosa que él anhelaba. La falta de este cariño expresado le había afectado tanto que continuamente miraba a otros niños y se preguntaba, “¿por qué no puedo yo tener un papá que me besa, como los otros niños?”. Mario llegó a ser un adulto lesionado emocionalmente. Estaba lleno de amargura y rencor por este “vacío” en su corazón a tal grado que no pudo dar ni recibir amor de la gente. ¡Y ya era un pastor!

Sin embargo, aquel día en Cd. Juárez, cuando él recibió este abrazo y beso “de parte de Dios”, llegó una sanidad emocional y espiritual al grado que Mario dice ser otro hombre. No es para sorprenderse que, ¡aun su iglesia ha crecido desde esta tremenda sanidad!

¡No permitas que tus hijos tengan que pasar años sufriendo por la falta del amor expresado! Tú estarás comunicándoles el amor incondicional del Padre al darles abrazos y besos. Alguien dijo: “Si una muchacha de 13 ó 14 años no recibe abrazos sanos de su padre, es muy probable que los buscará de alguien equivocado”.

 

Disciplina equilibrada

Cuando hablamos de disciplina, algunos hombres malentienden y sus hogares se parecen a un campo de concentración, donde los hijos viven atemorizados porque el error más pequeño se convierte en una ofensa grande castigada severamente.

Disciplina sin amor, es tiranía y produce hijos que llegan a ser adultos temerosos y llenos de hostilidad. Por otro lado, amor sin disciplina, es débil y permisivo, produciendo hijos sin carácter y muchas veces sin moralidad.

En Efesios 6:4 Dios nos exhorta a los padres de la siguiente manera:

“Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos...”.

¿Qué es lo que provoca a ira a un hijo? Ser duro e inflexible. No mostrándole respeto como persona importante, no prestándole atención cuando quiere hablar. Disciplinándole en público o delante de sus amigos. También una disciplina que simplemente irrita pero no es suficientemente decisiva.

A través de los años, entrevistando a cientos de personas, he observado dos extremos. Por un lado, especialmente en los ranchos y lugares de poca educación, los padres usan la fuerza física, aun la crueldad, para controlar a los hijos, golpeándoles hasta dejar huellas en sus cuerpos.

Conozco a una hermana en Cristo que se crió en un rancho en el estado de Durango,  ella testifica que su padre le golpeaba tan brutalmente que hasta la fecha lleva las cicatrices en su cuerpo. Lo que es más, llevaba cicatrices en su alma, hasta que Cristo le dio la gracia de perdonar a su padre y ahora vive libre de toda amargura.

 

Padres  permisivos

Por otro lado, es común que los padres con mayor educación, tal vez estudios en la universidad, sean demasiados permisivos. Siguen el consejo de los “expertos” humanistas y el resultado son niños consentidos y egoístas. Recientemente vi en la televisión un reportaje interesante pero triste a la vez. Se trataba de quién lleva la autoridad en las familias. Sorprendentemente, en muchas familias no es ni el padre, ni la madre, ¡sino los niños! Vimos gráficamente en la pantalla escenas de niños de tres, cuatro o cinco años de edad, literalmente controlando, a través de berrinches o sencillamente no haciendo lo que los padres les pedían: cosas rutinarias como comer su alimento, o dormir a la hora indicada.

Lo que más me sorprendió fue la actitud pasiva y fatalista de los padres. En vez de seguir las claras instrucciones de la Biblia y disciplinar con amor y firmeza a los hijos desobedientes, estos padres pasaban una hora o más “rogando” al niño de seis años: “Por favor, acuéstate porque ya es muy noche y tienes que ir a la escuela mañana”.

Obviamente, estos padres estaban exhaustos física y emocionalmente. Algunos padres aun lamentan haber engendrado hijos porque éstos les hacen la vida “un infierno” y, ¡la culpa no es de los niños!

Cuando dejamos de seguir la “sabiduría” humana y seguimos la Palabra de Dios, nuestra familia puede ser un “pedacito de cielo” aquí en la tierra. Con esto, no estoy diciendo que el criar hijos será fácil, ni que su comportamiento será todo lo que deseamos. Pero cuando combinamos el amor incondicional con la disciplina equilibrada, se producen hijos emocionalmente sanos.

 

El padre como profeta, sacerdote y rey

El diccionario define la palabra profeta como: Una persona que habla por Dios o alguien que representa a Dios delante de otros.

Y un sacerdote como: El que ofrece sacrificios a favor del pueblo, es decir, alguien que representa a otros delante de Dios.

Y, ¿qué hace un rey? ¡Gobierna!

En breve aquí vemos las tres funciones de nuestra tarea espiritual como padres: enseñar a nuestra familia de Dios, hablar con Dios de nuestra familia a través de oración e intercesión y gobernar con justicia y amor para que ellos tengan un concepto correcto del carácter del Padre celestial. Para los niños, sus primeros conceptos de Dios no vienen de un libro ni de la iglesia, sino de sus padres. Martín Lutero en una ocasión escribió:

“Batallo para orar la oración del Padre nuestro, porque cuando digo, Padre nuestro, pienso en mi propio padre quien fue durísimo, inflexible e implacable. Me es difícil no pensar en Dios de esta forma”.

No hay responsabilidad más desafiante que la de entrenar espiritualmente a nuestros hijos. Las Escrituras y la historia están llenas de relatos trágicos de grandes hombres que fallaron en esta tarea tan importante. Tres de ellos que vienen a mi mente son: Elí, el sacerdote; Samuel, el profeta; y David, el rey.

Elí, el sacerdote, fue demasiado permisivo con sus hijos; veamos 1ª Samuel 3:13:

“Y le mostraré (Dios hablando) que yo juzgaré su casa para siempre... porque sus hijos han blasfemado a Dios, y él no los ha estorbado”.

El profeta Samuel aparentemente estaba demasiado ocupado. Él se entregó a la obra de Dios de tal manera que sacrificó su relación con sus hijos. Veamos ahora 1ª Samuel 8:5:

“Y le dijeron: He aquí tú has envejecido, y tus hijos no andan en tus caminos...”.

Por otro lado, el fracaso moral de David fue más abierto. Él traicionó la confianza de sus hijos al cometer adulterio con Betsabé y después mandó matar al esposo de ella. Desde este momento, sus hijos le perdieron el respeto y como consecuencia él sufrió en las manos de sus hijos como ningún otro hombre.

Tristemente, los errores de estos tres hombres se repiten con frecuencia en la actualidad. Entre más viajo, más escucho historias trágicas de los hijos de grandes siervos de Dios. En cierta ciudad mexicana, un hijo amargado rehusó asistir al funeral de su padre, un pastor grandemente reconocido dentro de su agrupación, porque según este hijo, “la iglesia me robó a mi padre”. Parece que el pastor tenía tiempo para todo el mundo, ¡menos para su propia familia!

 

Necesidad de liderazgo varonil

¡Hombre, no seas tibio en cuanto a las cosas de Dios! Entrégate completamente a Él y luego aprende a ser el líder espiritual que tu familia necesita. Sé valiente e involúcrate en las vidas espirituales de tus hijos. Busca la manera de orar juntos. Si nunca lo has hecho, tal vez sea difícil la primera vez pero tu familia en poco tiempo te respetará.

Antes de salir al trabajo en las mañanas, toma la mano de tu esposa y ora por ella, declara bendición y paz sobre su vida y sobre su casa. Las recompensas serán inmensas y tu realización como hombre aumentará grandemente al ver que puedes guiar a tu familia en lo que más importa en la vida.

Cuando el hombre no ha entregado su vida a Jesucristo, no está preparado para ser el profeta, sacerdote y rey en su casa porque él no pertenece a Dios y no puede entender a Dios (no estoy diciendo que la esposa e hijos no deben honrarle como cabeza en las otras áreas, hablo únicamente del área espiritual). En tales situaciones lamentables, la esposa, si es cristiana, no tiene otra opción sino asumir la responsabilidad espiritual para los hijos.

¡Cómo doy gracias a Dios por mi madre, que se vio obligada a hacer precisamente esto: tomar las riendas del liderazgo espiritual en nuestra casa mientras mis dos hermanos y yo crecíamos! Si no hubiera sido por la fidelidad de ella en enseñarnos de Dios, muchas veces llevándonos a las reuniones cristianas en contra de la voluntad de mi padre, ¡no quiero ni imaginar dónde estaría yo ahora!

Sin embargo, aunque mi madre hizo lo que tenía que hacer y por la gracia de Dios, resultó bien, no siempre sucede que los hijos siguen a su madre piadosa. ¡No te confíes! Ellos necesitan que papá tome el liderazgo espiritual. ¡Dios lo demanda de ti y Él te respaldará!

 

Padres fuertes: Hijos con valores morales

Cuando el padre toma su lugar como líder espiritual de la familia, es mucho más probable que los hijos tengan valores morales que los guardarán de futuros fracasos.

¡Cómo me indigna ver a padres que empujan a sus hijos adolescentes a tener noviazgo! Quisiera tomar a ese padre por sus hombros y sacudirle. ¡No sabe el peligro en que se va a meter este muchacho!

Josh McDowell, el conocido autor que trabaja continuamente con jóvenes dice lo siguiente:

“Si un adolescente empieza a relacionarse con el sexo opuesto a los 12 años, en plan de pretendiente, es casi 75% seguro que él estará sexualmente activo a los 17 años. Por otro lado, si este joven no empieza a tener pretendientes hasta los l6 años, el porcentaje de probabilidad se disminuye grandemente”. Otro factor en los noviazgos es, ¿con quién? Si nunca permites que tu hija/hijo tenga un novio/novia que no sea un genuino cristiano comprometido, entonces nunca se casará con esta clase de persona.

También sé un padre con convicciones radicales en cuanto a cuáles programas televisados se permiten ver, para que los hijos no estén expuestos a las continuas escenas promiscuas en la pantalla.

El Dr. Edwin Louis Cole declara:

“Cualquier macho puede engendrar un niño; pero se requiere un hombre para ser un verdadero padre”.

Y yo añado: Se requiere un hombre de Dios para ser un verdadero  padre.

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