BARAK BARAK IV



Publicado el:
Martes 22 de Septiembre, 2020

BENDICIÓN POR ELECCIÓN (Pablo)

Filipenses 3:12-14 dice: 

“No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”.

Pablo está aquí buscando algo más, algo que él llama “el supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”. No se refiere a la salvación, se refiere a una vida de bendición tras bendición, tras bendición. Y si Pablo, el escritor de casi todo el Nuevo Testamento dijo que hay más y dijo que él proseguía a la meta; tú y yo debemos buscar más, debemos proseguir hacia delante. Aun si estuvieras al nivel espiritual de Pablo y siguieras buscando más, hallarías más. Hay más de Dios en la vida que cualquier experiencia que estés viviendo en estos momentos o que hayas vivido en el pasado; más que cualquier bendición que hayas obtenido de Dios, Él quiere darte más, bendecirte más. Sigue buscando más de Su presencia. 

¿Fue Pablo una persona especial para que Dios se fijara en él? ¿Fue alguien fuera de lo normal? ¿Por qué lo escogió Dios para darle esta tarea tan vasta? Déjame decirte unas cuantas cosas de Saulo de Tarso antes de que su nombre cambiara y lo conociéramos como el apóstol Pablo. Saulo era hijo de un fariseo, él mismo era fariseo. 

Los fariseos eran una secta judía, creían en la inmortalidad del alma y se proponían alcanzar una perfecta obediencia a la ley de Moisés, lo cual lo convertía en un legalista de primera, no creía en la gracia. Era un ciudadano romano, nacido en Tarso, capital de una provincia Romana llamada Cilicia, esta provincia era conocida por el amor que le tenían a la filosofía, así que se puede pensar de Saulo como alguien que le gustaba meditar y comprobar las cosas antes de aceptarlas como verdades. Guardaba la ley, estudió con Gamaliel, quien fue un célebre fariseo, doctor de la Ley y miembro del Sanedrín, que era la organización política, legislativa, ejecutiva y judicial de los judíos. Gamaliel fue considerado uno de los fariseos más nobles, Saulo estuvo bajo su tutela. Y, aunque no lo puedas creer, Saulo era uno de los principales perseguidores de la iglesia, estuvo presente e incluso estuvo de acuerdo cuando apedrearon hasta la muerte a Esteban por proclamar su fe en Cristo.

Pero, después del encuentro que tuvo con Dios, pudo comprender su verdadera condición y desde ese día empezó una nueva vida llena de bendiciones. Ese hombre fue transformado, su nombre fue cambiado y a partir de ahí lo conocemos como el apóstol Pablo. He aquí una pequeña lista de las bendiciones que pudo gozar: Pablo hizo tres viajes misioneros, donde predicó en más de veintisiete ciudades; escribió la mayoría de las epístolas del Nuevo Testamento, predicó y estableció iglesias en Asia menor, Arabia, Grecia y Roma; lo seguían los milagros y las señales, realizó muchas sanidades, resucitó muertos, fue librado de muertes milagrosamente; presenció la mano de Dios cuando escapó prodigiosamente de la cárcel donde estaba preso, entre muchas otras cosas que vivió. Y aún así, no se conformaba, ¡quería más! La elección de bendecir a Pablo fue tomada por Dios, pero Pablo alineó su vida para recibir cada una de estas bendiciones. Y, ¿sabes qué? Dios ha decidido bendecir tu vida, ¿estás alineando tu vida para alcanzar todas estas bendiciones? Las naciones te esperan, tu familia y tus vecinos. Tú eres el embajador del reino de los cielos, tú eres la elección de Dios para bendecir al mundo. ¡Alinea tu vida con los planes de Dios!

BENDICIÓN POR ELECCIÓN (Abraham)

Génesis 12:1-3 narra: 

“Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra”.

Abram obedeció. Abandonó la tierra de los caldeos y se fue a una tierra que ni conocía, ni sabía dónde quedaba. El versículo 4 nos dice que cuando salió de la tierra de su parentela Abram tenía 75 años. Y en el versículo 7, Jehová se le apareció a Abram y le dijo: “A tu descendencia daré esta tierra”. Y Abram creyó y obedeció. Quiero que notes algo; Abram tiene 75 años, su esposa es estéril, no tienen ni un solo hijo y, ¿Dios le dice que su descendencia heredará esa tierra? Eso me suena a una buena broma de parte de Dios. Pero ahí no termina la historia, Abram siguió viviendo su vida “normal”, hasta que 24 años más tarde, Dios se le aparece de nuevo y vuelve a hablar con él en Génesis 17:1-6: 

“Era Abram de edad de noventa y nueve años, cuando le apareció Jehová y le dijo: Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto. Y pondré mi pacto entre mí y ti, y te multiplicaré en gran manera. Entonces Abram se postró sobre su rostro, y Dios habló con él, diciendo: He aquí mi pacto es contigo, y serás padre de muchedumbre de gentes. Y no se llamará más tu nombre Abram (Padre Enaltecido), sino que será tu nombre Abraham (Padre de Multitudes), porque te he puesto por padre de muchedumbre de gentes. Y te multiplicaré en gran manera, y haré naciones de ti, y reyes saldrán de ti”.

 Y Abraham creyó y obedeció.

¿Puedes ver lo mismo que yo veo? Toda su vida hasta ese momento, este hombre, se había presentado como Abram que quiere decir «Padre Enaltecido». Y ahora, tiene un nuevo encuentro con Dios y Dios le dice ya no eres Abram o Padre Enaltecido, sino Abraham; Padre de una Multitud, ¡Qué barbaridad! 

Abram, ahora Abraham, sigue sin tener hijos, pero Dios había hablado, ¡Dios había hablado! Yo estoy seguro de que Dios te ha hablado y si Dios te ha hablado promesas que todavía no se cumplen, ten la seguridad de que se cumplirán. Hay que escuchar lo que dice y hay que echar mano de lo que Él dice, así como lo hizo Abraham. Creer y obedecer.

Luego en Génesis 17:15-17

“Dijo también Dios a Abraham: A tu mujer no la llamarás Sarai, mas Sara (Princesa) será su nombre. Y la bendeciré, y también te daré de ella hijos; sí, la bendeciré, y vendrá a ser madre de naciones, reyes de pueblos vendrán de ella”.

89 años de edad tenía Sarai. Yo creo que Abraham volteó y vio a su esposa y dijo; ¿princesa? Ja, ja. 

“Entonces Abraham se postró sobre su rostro, y se rió, y dijo en su corazón: ¿A hombre de cien años ha de nacer hijo? ¿Y Sara, ya de noventa años, ha de concebir?”.

Pues nada es imposible para Dios, nada es ni siquiera difícil para Dios, si Él ha hablado, sucederá. Tiempo después, Abraham y Sara tienen un hijo, Isaac (Risa). Cuando Dios habla, cumple y tú tienes que creer en lo que Dios te ha dicho. Tal vez no te ha dicho que serás padre de multitudes, pero tal vez te ha prometido que predicarás con poder y verás milagros en un ministerio que Él te entregará o que te dará un trabajo increíble o que tu matrimonio sanará o que tus hijos serán pilares de la iglesia. Pero, en tu mente estás pensando: Si ni siquiera dirijo una célula en la iglesia y por el momento ni trabajo tengo, y mis hijos tienen tantas amistades que no les convienen. Pues te lo digo otra vez: ¡PARA DIOS NO HAY NADA IMPOSIBLE! ¡NADA NI SIQUIERA ES DIFÍCIL PARA DIOS!

Otro milagro sucedió en Sara y en Abraham aquel día, la Biblia no da muchos detalles de este; pero antes de que naciera Isaac, mientras viajaban Abraham y Sara en la tierra de Gerar, reino de Abimelec, algunos de la gente del rey vieron a Sara y le dieron el reporte al rey. Abimelec, entonces tomó a Sara, para hacerla su esposa. Los reyes hacen lo que bien les da la gana y no escogen a mujeres acabadas de 90 años para ser sus esposas, pero Sara, parecía una doncella... fiu, fiu… Dios había restaurado sus años y su gran belleza, ¿te gustaría que esto te sucediera?

Con Abraham también hubo un milagro similar ese día, en Génesis 23:1 dice que Sara murió a la edad de 126 años, ella vivió 36 años después del nacimiento de Isaac; y en Génesis 25:1 puedes ver que a la muerte de Sara, cuando Abraham tenía 136 años, se casó con Cetura y tuvo seis hijos más… ¿Hay algo difícil para Dios? Un hombre mayor de 136 años, teniendo seis hijos... Increíble… ¿Hay algo fuera de las posibilidades de Dios? ¿Puede Él bendecirte a ti? ¡Claro que puede! ¡Dios siempre va más allá de lo que puedas esperar!

Abraham era un hombre que obedecería a Dios, le costara lo que le costara, le pesara lo que le pesara. Dios era primero, ante todo era Dios, no sólo de dientes para afuera, sino en verdad. En Génesis 22:1-2 Dios le habla a Abraham y leemos: 

“Aconteció después de estas cosas, probó Dios a Abraham… Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas… y ofrécelo en holocausto…”.

Le dice que le entregue a su hijo Isaac en sacrificio y, ¿qué hace Abraham? De inmediato se levanta y se lo lleva a un monte a sacrificarlo. Tienes que recordar que Isaac era el hijo que Abraham esperó por 25 años. Era el hijo amado, era el cumplimiento de toda promesa de Dios. Tienes que ponerte en sus zapatos por un instante y meditar, ¿qué habrías hecho tú? ¿Qué habría hecho yo?

Tal vez Dios te ha prometido algo que has amado desde antes que se haga cierto, antes de verlo con tus ojos físicos, lo has querido, estimado y apreciado. En esto soñabas, con esto comías, por esto vivías y ahora lo has recibido… Supongamos que eres un arquitecto a quien Dios le dice que debe de construir un edificio singular que deba de representar la gloria de Dios. Te dice que cualquier persona que entre en él va a sentir Su presencia y que cuando entre algún enfermo va a sanar. Esa es la promesa de Dios para ti. Y entonces tú la tomas, sueñas con ella, haces dibujos, maquetas, planeas, mides, haces presupuestos; tiras borradores, haces uno nuevo, buscas en libros, sacas fotos, preguntas, haces de todo; hasta que finalmente quedas convencido con un diseño en especial. Entonces compras materiales, contratas a las personas necesarias para levantar el edificio, sacas los permisos requeridos y finalmente empiezas a hacer los cimientos, el estacionamiento, levantas los pisos, haces los acabados; y de repente, ya cuando todo está casi terminado, llega Dios y te dice: Ahora regálalo. No sólo regálalo, destrúyelo, que no quede piedra sobre piedra. ¿Qué harías tú?

Abraham hizo algo extraordinario. Él dijo “Dios, Tú me has hablado y me has prometido una descendencia a través de mi hijo Isaac. Así que Tú eres fiel y verdadero. Tú me diste a Isaac cuando era imposible que yo lo tuviera. Y ahora me lo pides. Yo, pues, te lo entrego. Sabiendo que Tú eres tan fiel y tan poderoso, que no dejarás que tus promesas mueran aquí, que si es necesario, Tú resucitarás a mi hijo para que se cumplan Tus promesas. Tú eres Dios y yo soy sólo un hombre que quiere obedecer tu voz, sin soltar tus propias palabras de bendición. Yo soy Abraham, padre de multitudes; porque Tú, oh Dios, lo has prometido. Te amo a ti más que cualquier otra cosa, he aquí mi Isaac…”; y extendió su mano para tomar el cuchillo.

El resto de la historia dice que cuando Abraham está “por detonar todas las cargas de dinamita que ha colocado en su edificio”, cuando está a punto de matar a su hijo, Dios detiene la mano de Abraham y le entrega un carnero para sacrificarlo en lugar de Isaac. Por lo tanto, la respuesta de Dios la leemos en Génesis 22:15-17 

“Y llamó el ángel de Jehová a Abraham por segunda vez desde el cielo, y dijo: Por mí mismo he jurado, dice Jehová, que por cuanto has hecho esto, y no me has rehusado a tu hijo, tu único hijo; de cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos”. 

La traducción aquí se queda corta, porque es difícil, en hebreo dice barak, barak, rabah, rabah.

Barak se traduce como “bendecir” y Rabah como “multiplicar”; y cuando se repite dos veces seguidas, quiere decir que es algo muy grande, muy importante; mira cómo lo traducen otras versiones de la Biblia: «bendiciendo te bendeciré y multiplicando te multiplicaré»; «gran bendición, gran multiplicación»; y «bendición tras bendición, multiplicación tras multiplicación».

Dios está tratando de hacer entender a Abraham que él va a tener bendición y multiplicación para siempre, no sólo un momento de su vida. Le está diciendo que su descendencia poseerá las puertas de sus enemigos, barak, barak, rabah, rabah. Esas promesas también son para ti, ¡tómalas! Tómalas con tus manos. Toma estas promesas y bendiciones. Barak, barak, rabah, rabah. Ese es el Dios que tenemos, Dios de bendición, si lo pones a Él primero, nunca te faltarán las bendiciones. 

En el Antiguo Testamento, Barak es la palabra para bendición, en el Nuevo Testamento, es Eulogia, del griego, que quiere decir bendición, beneficio, prosperidad, hablar bien de… Eulogia, se refiere a una bendición que es más que solamente bienes, bendición de sanidades, de salud, de paz, de tranquilidad. Son tantas las cosas que Dios quiere que nosotros tengamos, el deseo de Dios para nosotros es bendición. Abraham se puso en el cauce del río de la bendición; y por eso hoy, tú y yo formamos parte de su descendencia. Somos el cumplimiento de la bendición de Abraham.

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Publicado el:
Martes 22 de Septiembre, 2020

BENDICIÓN POR ELECCIÓN (Pablo)

Filipenses 3:12-14 dice: 

“No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”.

Pablo está aquí buscando algo más, algo que él llama “el supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”. No se refiere a la salvación, se refiere a una vida de bendición tras bendición, tras bendición. Y si Pablo, el escritor de casi todo el Nuevo Testamento dijo que hay más y dijo que él proseguía a la meta; tú y yo debemos buscar más, debemos proseguir hacia delante. Aun si estuvieras al nivel espiritual de Pablo y siguieras buscando más, hallarías más. Hay más de Dios en la vida que cualquier experiencia que estés viviendo en estos momentos o que hayas vivido en el pasado; más que cualquier bendición que hayas obtenido de Dios, Él quiere darte más, bendecirte más. Sigue buscando más de Su presencia. 

¿Fue Pablo una persona especial para que Dios se fijara en él? ¿Fue alguien fuera de lo normal? ¿Por qué lo escogió Dios para darle esta tarea tan vasta? Déjame decirte unas cuantas cosas de Saulo de Tarso antes de que su nombre cambiara y lo conociéramos como el apóstol Pablo. Saulo era hijo de un fariseo, él mismo era fariseo. 

Los fariseos eran una secta judía, creían en la inmortalidad del alma y se proponían alcanzar una perfecta obediencia a la ley de Moisés, lo cual lo convertía en un legalista de primera, no creía en la gracia. Era un ciudadano romano, nacido en Tarso, capital de una provincia Romana llamada Cilicia, esta provincia era conocida por el amor que le tenían a la filosofía, así que se puede pensar de Saulo como alguien que le gustaba meditar y comprobar las cosas antes de aceptarlas como verdades. Guardaba la ley, estudió con Gamaliel, quien fue un célebre fariseo, doctor de la Ley y miembro del Sanedrín, que era la organización política, legislativa, ejecutiva y judicial de los judíos. Gamaliel fue considerado uno de los fariseos más nobles, Saulo estuvo bajo su tutela. Y, aunque no lo puedas creer, Saulo era uno de los principales perseguidores de la iglesia, estuvo presente e incluso estuvo de acuerdo cuando apedrearon hasta la muerte a Esteban por proclamar su fe en Cristo.

Pero, después del encuentro que tuvo con Dios, pudo comprender su verdadera condición y desde ese día empezó una nueva vida llena de bendiciones. Ese hombre fue transformado, su nombre fue cambiado y a partir de ahí lo conocemos como el apóstol Pablo. He aquí una pequeña lista de las bendiciones que pudo gozar: Pablo hizo tres viajes misioneros, donde predicó en más de veintisiete ciudades; escribió la mayoría de las epístolas del Nuevo Testamento, predicó y estableció iglesias en Asia menor, Arabia, Grecia y Roma; lo seguían los milagros y las señales, realizó muchas sanidades, resucitó muertos, fue librado de muertes milagrosamente; presenció la mano de Dios cuando escapó prodigiosamente de la cárcel donde estaba preso, entre muchas otras cosas que vivió. Y aún así, no se conformaba, ¡quería más! La elección de bendecir a Pablo fue tomada por Dios, pero Pablo alineó su vida para recibir cada una de estas bendiciones. Y, ¿sabes qué? Dios ha decidido bendecir tu vida, ¿estás alineando tu vida para alcanzar todas estas bendiciones? Las naciones te esperan, tu familia y tus vecinos. Tú eres el embajador del reino de los cielos, tú eres la elección de Dios para bendecir al mundo. ¡Alinea tu vida con los planes de Dios!

BENDICIÓN POR ELECCIÓN (Abraham)

Génesis 12:1-3 narra: 

“Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra”.

Abram obedeció. Abandonó la tierra de los caldeos y se fue a una tierra que ni conocía, ni sabía dónde quedaba. El versículo 4 nos dice que cuando salió de la tierra de su parentela Abram tenía 75 años. Y en el versículo 7, Jehová se le apareció a Abram y le dijo: “A tu descendencia daré esta tierra”. Y Abram creyó y obedeció. Quiero que notes algo; Abram tiene 75 años, su esposa es estéril, no tienen ni un solo hijo y, ¿Dios le dice que su descendencia heredará esa tierra? Eso me suena a una buena broma de parte de Dios. Pero ahí no termina la historia, Abram siguió viviendo su vida “normal”, hasta que 24 años más tarde, Dios se le aparece de nuevo y vuelve a hablar con él en Génesis 17:1-6: 

“Era Abram de edad de noventa y nueve años, cuando le apareció Jehová y le dijo: Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto. Y pondré mi pacto entre mí y ti, y te multiplicaré en gran manera. Entonces Abram se postró sobre su rostro, y Dios habló con él, diciendo: He aquí mi pacto es contigo, y serás padre de muchedumbre de gentes. Y no se llamará más tu nombre Abram (Padre Enaltecido), sino que será tu nombre Abraham (Padre de Multitudes), porque te he puesto por padre de muchedumbre de gentes. Y te multiplicaré en gran manera, y haré naciones de ti, y reyes saldrán de ti”.

 Y Abraham creyó y obedeció.

¿Puedes ver lo mismo que yo veo? Toda su vida hasta ese momento, este hombre, se había presentado como Abram que quiere decir «Padre Enaltecido». Y ahora, tiene un nuevo encuentro con Dios y Dios le dice ya no eres Abram o Padre Enaltecido, sino Abraham; Padre de una Multitud, ¡Qué barbaridad! 

Abram, ahora Abraham, sigue sin tener hijos, pero Dios había hablado, ¡Dios había hablado! Yo estoy seguro de que Dios te ha hablado y si Dios te ha hablado promesas que todavía no se cumplen, ten la seguridad de que se cumplirán. Hay que escuchar lo que dice y hay que echar mano de lo que Él dice, así como lo hizo Abraham. Creer y obedecer.

Luego en Génesis 17:15-17

“Dijo también Dios a Abraham: A tu mujer no la llamarás Sarai, mas Sara (Princesa) será su nombre. Y la bendeciré, y también te daré de ella hijos; sí, la bendeciré, y vendrá a ser madre de naciones, reyes de pueblos vendrán de ella”.

89 años de edad tenía Sarai. Yo creo que Abraham volteó y vio a su esposa y dijo; ¿princesa? Ja, ja. 

“Entonces Abraham se postró sobre su rostro, y se rió, y dijo en su corazón: ¿A hombre de cien años ha de nacer hijo? ¿Y Sara, ya de noventa años, ha de concebir?”.

Pues nada es imposible para Dios, nada es ni siquiera difícil para Dios, si Él ha hablado, sucederá. Tiempo después, Abraham y Sara tienen un hijo, Isaac (Risa). Cuando Dios habla, cumple y tú tienes que creer en lo que Dios te ha dicho. Tal vez no te ha dicho que serás padre de multitudes, pero tal vez te ha prometido que predicarás con poder y verás milagros en un ministerio que Él te entregará o que te dará un trabajo increíble o que tu matrimonio sanará o que tus hijos serán pilares de la iglesia. Pero, en tu mente estás pensando: Si ni siquiera dirijo una célula en la iglesia y por el momento ni trabajo tengo, y mis hijos tienen tantas amistades que no les convienen. Pues te lo digo otra vez: ¡PARA DIOS NO HAY NADA IMPOSIBLE! ¡NADA NI SIQUIERA ES DIFÍCIL PARA DIOS!

Otro milagro sucedió en Sara y en Abraham aquel día, la Biblia no da muchos detalles de este; pero antes de que naciera Isaac, mientras viajaban Abraham y Sara en la tierra de Gerar, reino de Abimelec, algunos de la gente del rey vieron a Sara y le dieron el reporte al rey. Abimelec, entonces tomó a Sara, para hacerla su esposa. Los reyes hacen lo que bien les da la gana y no escogen a mujeres acabadas de 90 años para ser sus esposas, pero Sara, parecía una doncella... fiu, fiu… Dios había restaurado sus años y su gran belleza, ¿te gustaría que esto te sucediera?

Con Abraham también hubo un milagro similar ese día, en Génesis 23:1 dice que Sara murió a la edad de 126 años, ella vivió 36 años después del nacimiento de Isaac; y en Génesis 25:1 puedes ver que a la muerte de Sara, cuando Abraham tenía 136 años, se casó con Cetura y tuvo seis hijos más… ¿Hay algo difícil para Dios? Un hombre mayor de 136 años, teniendo seis hijos... Increíble… ¿Hay algo fuera de las posibilidades de Dios? ¿Puede Él bendecirte a ti? ¡Claro que puede! ¡Dios siempre va más allá de lo que puedas esperar!

Abraham era un hombre que obedecería a Dios, le costara lo que le costara, le pesara lo que le pesara. Dios era primero, ante todo era Dios, no sólo de dientes para afuera, sino en verdad. En Génesis 22:1-2 Dios le habla a Abraham y leemos: 

“Aconteció después de estas cosas, probó Dios a Abraham… Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas… y ofrécelo en holocausto…”.

Le dice que le entregue a su hijo Isaac en sacrificio y, ¿qué hace Abraham? De inmediato se levanta y se lo lleva a un monte a sacrificarlo. Tienes que recordar que Isaac era el hijo que Abraham esperó por 25 años. Era el hijo amado, era el cumplimiento de toda promesa de Dios. Tienes que ponerte en sus zapatos por un instante y meditar, ¿qué habrías hecho tú? ¿Qué habría hecho yo?

Tal vez Dios te ha prometido algo que has amado desde antes que se haga cierto, antes de verlo con tus ojos físicos, lo has querido, estimado y apreciado. En esto soñabas, con esto comías, por esto vivías y ahora lo has recibido… Supongamos que eres un arquitecto a quien Dios le dice que debe de construir un edificio singular que deba de representar la gloria de Dios. Te dice que cualquier persona que entre en él va a sentir Su presencia y que cuando entre algún enfermo va a sanar. Esa es la promesa de Dios para ti. Y entonces tú la tomas, sueñas con ella, haces dibujos, maquetas, planeas, mides, haces presupuestos; tiras borradores, haces uno nuevo, buscas en libros, sacas fotos, preguntas, haces de todo; hasta que finalmente quedas convencido con un diseño en especial. Entonces compras materiales, contratas a las personas necesarias para levantar el edificio, sacas los permisos requeridos y finalmente empiezas a hacer los cimientos, el estacionamiento, levantas los pisos, haces los acabados; y de repente, ya cuando todo está casi terminado, llega Dios y te dice: Ahora regálalo. No sólo regálalo, destrúyelo, que no quede piedra sobre piedra. ¿Qué harías tú?

Abraham hizo algo extraordinario. Él dijo “Dios, Tú me has hablado y me has prometido una descendencia a través de mi hijo Isaac. Así que Tú eres fiel y verdadero. Tú me diste a Isaac cuando era imposible que yo lo tuviera. Y ahora me lo pides. Yo, pues, te lo entrego. Sabiendo que Tú eres tan fiel y tan poderoso, que no dejarás que tus promesas mueran aquí, que si es necesario, Tú resucitarás a mi hijo para que se cumplan Tus promesas. Tú eres Dios y yo soy sólo un hombre que quiere obedecer tu voz, sin soltar tus propias palabras de bendición. Yo soy Abraham, padre de multitudes; porque Tú, oh Dios, lo has prometido. Te amo a ti más que cualquier otra cosa, he aquí mi Isaac…”; y extendió su mano para tomar el cuchillo.

El resto de la historia dice que cuando Abraham está “por detonar todas las cargas de dinamita que ha colocado en su edificio”, cuando está a punto de matar a su hijo, Dios detiene la mano de Abraham y le entrega un carnero para sacrificarlo en lugar de Isaac. Por lo tanto, la respuesta de Dios la leemos en Génesis 22:15-17 

“Y llamó el ángel de Jehová a Abraham por segunda vez desde el cielo, y dijo: Por mí mismo he jurado, dice Jehová, que por cuanto has hecho esto, y no me has rehusado a tu hijo, tu único hijo; de cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos”. 

La traducción aquí se queda corta, porque es difícil, en hebreo dice barak, barak, rabah, rabah.

Barak se traduce como “bendecir” y Rabah como “multiplicar”; y cuando se repite dos veces seguidas, quiere decir que es algo muy grande, muy importante; mira cómo lo traducen otras versiones de la Biblia: «bendiciendo te bendeciré y multiplicando te multiplicaré»; «gran bendición, gran multiplicación»; y «bendición tras bendición, multiplicación tras multiplicación».

Dios está tratando de hacer entender a Abraham que él va a tener bendición y multiplicación para siempre, no sólo un momento de su vida. Le está diciendo que su descendencia poseerá las puertas de sus enemigos, barak, barak, rabah, rabah. Esas promesas también son para ti, ¡tómalas! Tómalas con tus manos. Toma estas promesas y bendiciones. Barak, barak, rabah, rabah. Ese es el Dios que tenemos, Dios de bendición, si lo pones a Él primero, nunca te faltarán las bendiciones. 

En el Antiguo Testamento, Barak es la palabra para bendición, en el Nuevo Testamento, es Eulogia, del griego, que quiere decir bendición, beneficio, prosperidad, hablar bien de… Eulogia, se refiere a una bendición que es más que solamente bienes, bendición de sanidades, de salud, de paz, de tranquilidad. Son tantas las cosas que Dios quiere que nosotros tengamos, el deseo de Dios para nosotros es bendición. Abraham se puso en el cauce del río de la bendición; y por eso hoy, tú y yo formamos parte de su descendencia. Somos el cumplimiento de la bendición de Abraham.

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BENDICIÓN POR ELECCIÓN (Pablo)

Filipenses 3:12-14 dice: 

“No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”.

Pablo está aquí buscando algo más, algo que él llama “el supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”. No se refiere a la salvación, se refiere a una vida de bendición tras bendición, tras bendición. Y si Pablo, el escritor de casi todo el Nuevo Testamento dijo que hay más y dijo que él proseguía a la meta; tú y yo debemos buscar más, debemos proseguir hacia delante. Aun si estuvieras al nivel espiritual de Pablo y siguieras buscando más, hallarías más. Hay más de Dios en la vida que cualquier experiencia que estés viviendo en estos momentos o que hayas vivido en el pasado; más que cualquier bendición que hayas obtenido de Dios, Él quiere darte más, bendecirte más. Sigue buscando más de Su presencia. 

¿Fue Pablo una persona especial para que Dios se fijara en él? ¿Fue alguien fuera de lo normal? ¿Por qué lo escogió Dios para darle esta tarea tan vasta? Déjame decirte unas cuantas cosas de Saulo de Tarso antes de que su nombre cambiara y lo conociéramos como el apóstol Pablo. Saulo era hijo de un fariseo, él mismo era fariseo. 

Los fariseos eran una secta judía, creían en la inmortalidad del alma y se proponían alcanzar una perfecta obediencia a la ley de Moisés, lo cual lo convertía en un legalista de primera, no creía en la gracia. Era un ciudadano romano, nacido en Tarso, capital de una provincia Romana llamada Cilicia, esta provincia era conocida por el amor que le tenían a la filosofía, así que se puede pensar de Saulo como alguien que le gustaba meditar y comprobar las cosas antes de aceptarlas como verdades. Guardaba la ley, estudió con Gamaliel, quien fue un célebre fariseo, doctor de la Ley y miembro del Sanedrín, que era la organización política, legislativa, ejecutiva y judicial de los judíos. Gamaliel fue considerado uno de los fariseos más nobles, Saulo estuvo bajo su tutela. Y, aunque no lo puedas creer, Saulo era uno de los principales perseguidores de la iglesia, estuvo presente e incluso estuvo de acuerdo cuando apedrearon hasta la muerte a Esteban por proclamar su fe en Cristo.

Pero, después del encuentro que tuvo con Dios, pudo comprender su verdadera condición y desde ese día empezó una nueva vida llena de bendiciones. Ese hombre fue transformado, su nombre fue cambiado y a partir de ahí lo conocemos como el apóstol Pablo. He aquí una pequeña lista de las bendiciones que pudo gozar: Pablo hizo tres viajes misioneros, donde predicó en más de veintisiete ciudades; escribió la mayoría de las epístolas del Nuevo Testamento, predicó y estableció iglesias en Asia menor, Arabia, Grecia y Roma; lo seguían los milagros y las señales, realizó muchas sanidades, resucitó muertos, fue librado de muertes milagrosamente; presenció la mano de Dios cuando escapó prodigiosamente de la cárcel donde estaba preso, entre muchas otras cosas que vivió. Y aún así, no se conformaba, ¡quería más! La elección de bendecir a Pablo fue tomada por Dios, pero Pablo alineó su vida para recibir cada una de estas bendiciones. Y, ¿sabes qué? Dios ha decidido bendecir tu vida, ¿estás alineando tu vida para alcanzar todas estas bendiciones? Las naciones te esperan, tu familia y tus vecinos. Tú eres el embajador del reino de los cielos, tú eres la elección de Dios para bendecir al mundo. ¡Alinea tu vida con los planes de Dios!

BENDICIÓN POR ELECCIÓN (Abraham)

Génesis 12:1-3 narra: 

“Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra”.

Abram obedeció. Abandonó la tierra de los caldeos y se fue a una tierra que ni conocía, ni sabía dónde quedaba. El versículo 4 nos dice que cuando salió de la tierra de su parentela Abram tenía 75 años. Y en el versículo 7, Jehová se le apareció a Abram y le dijo: “A tu descendencia daré esta tierra”. Y Abram creyó y obedeció. Quiero que notes algo; Abram tiene 75 años, su esposa es estéril, no tienen ni un solo hijo y, ¿Dios le dice que su descendencia heredará esa tierra? Eso me suena a una buena broma de parte de Dios. Pero ahí no termina la historia, Abram siguió viviendo su vida “normal”, hasta que 24 años más tarde, Dios se le aparece de nuevo y vuelve a hablar con él en Génesis 17:1-6: 

“Era Abram de edad de noventa y nueve años, cuando le apareció Jehová y le dijo: Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto. Y pondré mi pacto entre mí y ti, y te multiplicaré en gran manera. Entonces Abram se postró sobre su rostro, y Dios habló con él, diciendo: He aquí mi pacto es contigo, y serás padre de muchedumbre de gentes. Y no se llamará más tu nombre Abram (Padre Enaltecido), sino que será tu nombre Abraham (Padre de Multitudes), porque te he puesto por padre de muchedumbre de gentes. Y te multiplicaré en gran manera, y haré naciones de ti, y reyes saldrán de ti”.

 Y Abraham creyó y obedeció.

¿Puedes ver lo mismo que yo veo? Toda su vida hasta ese momento, este hombre, se había presentado como Abram que quiere decir «Padre Enaltecido». Y ahora, tiene un nuevo encuentro con Dios y Dios le dice ya no eres Abram o Padre Enaltecido, sino Abraham; Padre de una Multitud, ¡Qué barbaridad! 

Abram, ahora Abraham, sigue sin tener hijos, pero Dios había hablado, ¡Dios había hablado! Yo estoy seguro de que Dios te ha hablado y si Dios te ha hablado promesas que todavía no se cumplen, ten la seguridad de que se cumplirán. Hay que escuchar lo que dice y hay que echar mano de lo que Él dice, así como lo hizo Abraham. Creer y obedecer.

Luego en Génesis 17:15-17

“Dijo también Dios a Abraham: A tu mujer no la llamarás Sarai, mas Sara (Princesa) será su nombre. Y la bendeciré, y también te daré de ella hijos; sí, la bendeciré, y vendrá a ser madre de naciones, reyes de pueblos vendrán de ella”.

89 años de edad tenía Sarai. Yo creo que Abraham volteó y vio a su esposa y dijo; ¿princesa? Ja, ja. 

“Entonces Abraham se postró sobre su rostro, y se rió, y dijo en su corazón: ¿A hombre de cien años ha de nacer hijo? ¿Y Sara, ya de noventa años, ha de concebir?”.

Pues nada es imposible para Dios, nada es ni siquiera difícil para Dios, si Él ha hablado, sucederá. Tiempo después, Abraham y Sara tienen un hijo, Isaac (Risa). Cuando Dios habla, cumple y tú tienes que creer en lo que Dios te ha dicho. Tal vez no te ha dicho que serás padre de multitudes, pero tal vez te ha prometido que predicarás con poder y verás milagros en un ministerio que Él te entregará o que te dará un trabajo increíble o que tu matrimonio sanará o que tus hijos serán pilares de la iglesia. Pero, en tu mente estás pensando: Si ni siquiera dirijo una célula en la iglesia y por el momento ni trabajo tengo, y mis hijos tienen tantas amistades que no les convienen. Pues te lo digo otra vez: ¡PARA DIOS NO HAY NADA IMPOSIBLE! ¡NADA NI SIQUIERA ES DIFÍCIL PARA DIOS!

Otro milagro sucedió en Sara y en Abraham aquel día, la Biblia no da muchos detalles de este; pero antes de que naciera Isaac, mientras viajaban Abraham y Sara en la tierra de Gerar, reino de Abimelec, algunos de la gente del rey vieron a Sara y le dieron el reporte al rey. Abimelec, entonces tomó a Sara, para hacerla su esposa. Los reyes hacen lo que bien les da la gana y no escogen a mujeres acabadas de 90 años para ser sus esposas, pero Sara, parecía una doncella... fiu, fiu… Dios había restaurado sus años y su gran belleza, ¿te gustaría que esto te sucediera?

Con Abraham también hubo un milagro similar ese día, en Génesis 23:1 dice que Sara murió a la edad de 126 años, ella vivió 36 años después del nacimiento de Isaac; y en Génesis 25:1 puedes ver que a la muerte de Sara, cuando Abraham tenía 136 años, se casó con Cetura y tuvo seis hijos más… ¿Hay algo difícil para Dios? Un hombre mayor de 136 años, teniendo seis hijos... Increíble… ¿Hay algo fuera de las posibilidades de Dios? ¿Puede Él bendecirte a ti? ¡Claro que puede! ¡Dios siempre va más allá de lo que puedas esperar!

Abraham era un hombre que obedecería a Dios, le costara lo que le costara, le pesara lo que le pesara. Dios era primero, ante todo era Dios, no sólo de dientes para afuera, sino en verdad. En Génesis 22:1-2 Dios le habla a Abraham y leemos: 

“Aconteció después de estas cosas, probó Dios a Abraham… Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas… y ofrécelo en holocausto…”.

Le dice que le entregue a su hijo Isaac en sacrificio y, ¿qué hace Abraham? De inmediato se levanta y se lo lleva a un monte a sacrificarlo. Tienes que recordar que Isaac era el hijo que Abraham esperó por 25 años. Era el hijo amado, era el cumplimiento de toda promesa de Dios. Tienes que ponerte en sus zapatos por un instante y meditar, ¿qué habrías hecho tú? ¿Qué habría hecho yo?

Tal vez Dios te ha prometido algo que has amado desde antes que se haga cierto, antes de verlo con tus ojos físicos, lo has querido, estimado y apreciado. En esto soñabas, con esto comías, por esto vivías y ahora lo has recibido… Supongamos que eres un arquitecto a quien Dios le dice que debe de construir un edificio singular que deba de representar la gloria de Dios. Te dice que cualquier persona que entre en él va a sentir Su presencia y que cuando entre algún enfermo va a sanar. Esa es la promesa de Dios para ti. Y entonces tú la tomas, sueñas con ella, haces dibujos, maquetas, planeas, mides, haces presupuestos; tiras borradores, haces uno nuevo, buscas en libros, sacas fotos, preguntas, haces de todo; hasta que finalmente quedas convencido con un diseño en especial. Entonces compras materiales, contratas a las personas necesarias para levantar el edificio, sacas los permisos requeridos y finalmente empiezas a hacer los cimientos, el estacionamiento, levantas los pisos, haces los acabados; y de repente, ya cuando todo está casi terminado, llega Dios y te dice: Ahora regálalo. No sólo regálalo, destrúyelo, que no quede piedra sobre piedra. ¿Qué harías tú?

Abraham hizo algo extraordinario. Él dijo “Dios, Tú me has hablado y me has prometido una descendencia a través de mi hijo Isaac. Así que Tú eres fiel y verdadero. Tú me diste a Isaac cuando era imposible que yo lo tuviera. Y ahora me lo pides. Yo, pues, te lo entrego. Sabiendo que Tú eres tan fiel y tan poderoso, que no dejarás que tus promesas mueran aquí, que si es necesario, Tú resucitarás a mi hijo para que se cumplan Tus promesas. Tú eres Dios y yo soy sólo un hombre que quiere obedecer tu voz, sin soltar tus propias palabras de bendición. Yo soy Abraham, padre de multitudes; porque Tú, oh Dios, lo has prometido. Te amo a ti más que cualquier otra cosa, he aquí mi Isaac…”; y extendió su mano para tomar el cuchillo.

El resto de la historia dice que cuando Abraham está “por detonar todas las cargas de dinamita que ha colocado en su edificio”, cuando está a punto de matar a su hijo, Dios detiene la mano de Abraham y le entrega un carnero para sacrificarlo en lugar de Isaac. Por lo tanto, la respuesta de Dios la leemos en Génesis 22:15-17 

“Y llamó el ángel de Jehová a Abraham por segunda vez desde el cielo, y dijo: Por mí mismo he jurado, dice Jehová, que por cuanto has hecho esto, y no me has rehusado a tu hijo, tu único hijo; de cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos”. 

La traducción aquí se queda corta, porque es difícil, en hebreo dice barak, barak, rabah, rabah.

Barak se traduce como “bendecir” y Rabah como “multiplicar”; y cuando se repite dos veces seguidas, quiere decir que es algo muy grande, muy importante; mira cómo lo traducen otras versiones de la Biblia: «bendiciendo te bendeciré y multiplicando te multiplicaré»; «gran bendición, gran multiplicación»; y «bendición tras bendición, multiplicación tras multiplicación».

Dios está tratando de hacer entender a Abraham que él va a tener bendición y multiplicación para siempre, no sólo un momento de su vida. Le está diciendo que su descendencia poseerá las puertas de sus enemigos, barak, barak, rabah, rabah. Esas promesas también son para ti, ¡tómalas! Tómalas con tus manos. Toma estas promesas y bendiciones. Barak, barak, rabah, rabah. Ese es el Dios que tenemos, Dios de bendición, si lo pones a Él primero, nunca te faltarán las bendiciones. 

En el Antiguo Testamento, Barak es la palabra para bendición, en el Nuevo Testamento, es Eulogia, del griego, que quiere decir bendición, beneficio, prosperidad, hablar bien de… Eulogia, se refiere a una bendición que es más que solamente bienes, bendición de sanidades, de salud, de paz, de tranquilidad. Son tantas las cosas que Dios quiere que nosotros tengamos, el deseo de Dios para nosotros es bendición. Abraham se puso en el cauce del río de la bendición; y por eso hoy, tú y yo formamos parte de su descendencia. Somos el cumplimiento de la bendición de Abraham.

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