De Mujer a Mujer | |||||||
Otro factor muy importante: El perdónSegún algunos consejeros matrimoniales la disposición de perdonar es la clave entre un matrimonio bueno o malo. Es inevitable que dos personas que viven juntas lleguen a herirse. Entonces, la habilidad de vivir juntos y felices no depende de nunca ofenderse, sino de estar dispuestos a perdonarse. La Biblia habla bastante sobre este tema. El capítulo del amor, 1 de Corintios 13, nos dice que “el amor no guarda rencor”. Efesios 4:26 expresa: “...No se ponga el sol sobre vuestro enojo”. Para tener un matrimonio feliz convierte esta declaración en una regla de la casa: ¡Perdona antes de acostarte! ¡Practica el perdón hasta que se convierta en un hábito! El guardar rencor, además del daño emocional y espiritual que causa, produce efectos físicos en nuestros cuerpos. Hoy en día, los médicos dicen que la artritis u otras enfermedades son, a veces, el resultado de guardar rencor y amargura. ¿Recuerdas el Padre nuestro? “Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”. Perdónanos como perdonamos a otros. Puede ser que tu esposo te haya ofendido mucho, posiblemente con infidelidad y ésta es una de las ofensas más graves que puede existir en esta vida. Si has sufrido esta tragedia y has experimentado un dolor de corazón indescriptible, con la ayuda de Dios, puedes decidir hoy mismo que lo perdonas. Aunque tu esposo no merece ese perdón, házlo por tu propio bien y para agradar a tu Padre Celestial. Así, serás una persona libre y feliz. De otra manera, si sigues guardando ese rencor en tu corazón te hará tanto daño que llegarás a ser una viejita amargada, triste y enferma. El perdonar no cambia el pasado, pero sí cambia el presente y el futuro. Te cambiará a ti. Hace algún tiempo mi esposo y yo estábamos en cierta ciudad de la República Mexicana dando unas conferencias sobre el matrimonio. Después del primer día, la esposa de un abogado llegó con nosotros y nos contó que muchos años atrás su marido le había sido infiel, no sólo con una mujer, sino con muchas. Ella se sentía tan ofendida que había decidido no perdonarlo y esperar a que sus hijos fueran grandes para divorciarse. Pasaron los años, los niños crecieron y ella continuaba con ese odio bien arraigado en su corazón y sus planes de divorcio. Mientras tanto, su marido, el abogado, había tenido un encuentro personal con Cristo y era un hombre cambiado. Sin embargo, ella no lo quiso perdonar. Después de escuchar su triste historia, mi esposo y yo le aconsejamos que soltara ese rencor y odio y decidiera perdonar para ser una mujer libre. Ella se estaba convirtiendo en una viejita amargada y triste. Aunque no le era fácil, ni sintió perdonar decidió hacerlo y en sus propias palabras declaró: “Yo perdono a mi marido”. Varios días después volvimos a ver a esta señora. Su rostro era el de una mujer cambiada; ya no tenía las huellas de amargura, porque la pesada carga que llevaba había sido quitada de ella. Tú también, querida amiga, puedes darle a Dios las heridas de tu corazón, perdonando a tu marido. Tal vez pienses o digas, “yo no siento perdonarlo porque jamás podré olvidar lo que me ha hecho”. No es cuestión de sentir el perdón. Tus emociones quizás griten, “¡no puedo!” pero con tu voluntad (mente) puedes decidir que vas a perdonar. Después de hacer la decisión voluntariamente decláralo o exprésalo con tu boca. Más tarde vendrá el sentir. Si pones en práctica los principios de este libro de bolsillo, recobrarás las energías y el vigor perdido y tu matrimonio será renovado. Recuerda que un buen matrimonio es un gran tesoro. Vale la pena luchar para lograrlo. Hay algo que es de eterno valor que tienes que considerar, si no lo haz hecho aún, éste, es tu eterna salvación. Hay que nacer de nuevo. Debes convertirte en una seguidora de Jesús, arrepentirte de todo pecado; confesándolo, odiándolo y abandonándolo. Jesús dijo a Nicodemo; un líder espiritual en Jerusalén: Tienes que nacer de nuevo si quieres ver el reino de Dios y entrar en él. Hay que experimentar una verdadera conversión a Jesucristo por el poder del Espíritu Santo. Sólo repetir una oración que alguien dirija, no va a darte salvación. Tienes que nacer del Espíritu Santo. Los seguidores de Jesús le aman, le siguen, le obedecen. |
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Otro factor muy importante: El perdónSegún algunos consejeros matrimoniales la disposición de perdonar es la clave entre un matrimonio bueno o malo. Es inevitable que dos personas que viven juntas lleguen a herirse. Entonces, la habilidad de vivir juntos y felices no depende de nunca ofenderse, sino de estar dispuestos a perdonarse. La Biblia habla bastante sobre este tema. El capítulo del amor, 1 de Corintios 13, nos dice que “el amor no guarda rencor”. Efesios 4:26 expresa: “...No se ponga el sol sobre vuestro enojo”. Para tener un matrimonio feliz convierte esta declaración en una regla de la casa: ¡Perdona antes de acostarte! ¡Practica el perdón hasta que se convierta en un hábito! El guardar rencor, además del daño emocional y espiritual que causa, produce efectos físicos en nuestros cuerpos. Hoy en día, los médicos dicen que la artritis u otras enfermedades son, a veces, el resultado de guardar rencor y amargura. ¿Recuerdas el Padre nuestro? “Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”. Perdónanos como perdonamos a otros. Puede ser que tu esposo te haya ofendido mucho, posiblemente con infidelidad y ésta es una de las ofensas más graves que puede existir en esta vida. Si has sufrido esta tragedia y has experimentado un dolor de corazón indescriptible, con la ayuda de Dios, puedes decidir hoy mismo que lo perdonas. Aunque tu esposo no merece ese perdón, házlo por tu propio bien y para agradar a tu Padre Celestial. Así, serás una persona libre y feliz. De otra manera, si sigues guardando ese rencor en tu corazón te hará tanto daño que llegarás a ser una viejita amargada, triste y enferma. El perdonar no cambia el pasado, pero sí cambia el presente y el futuro. Te cambiará a ti. Hace algún tiempo mi esposo y yo estábamos en cierta ciudad de la República Mexicana dando unas conferencias sobre el matrimonio. Después del primer día, la esposa de un abogado llegó con nosotros y nos contó que muchos años atrás su marido le había sido infiel, no sólo con una mujer, sino con muchas. Ella se sentía tan ofendida que había decidido no perdonarlo y esperar a que sus hijos fueran grandes para divorciarse. Pasaron los años, los niños crecieron y ella continuaba con ese odio bien arraigado en su corazón y sus planes de divorcio. Mientras tanto, su marido, el abogado, había tenido un encuentro personal con Cristo y era un hombre cambiado. Sin embargo, ella no lo quiso perdonar. Después de escuchar su triste historia, mi esposo y yo le aconsejamos que soltara ese rencor y odio y decidiera perdonar para ser una mujer libre. Ella se estaba convirtiendo en una viejita amargada y triste. Aunque no le era fácil, ni sintió perdonar decidió hacerlo y en sus propias palabras declaró: “Yo perdono a mi marido”. Varios días después volvimos a ver a esta señora. Su rostro era el de una mujer cambiada; ya no tenía las huellas de amargura, porque la pesada carga que llevaba había sido quitada de ella. Tú también, querida amiga, puedes darle a Dios las heridas de tu corazón, perdonando a tu marido. Tal vez pienses o digas, “yo no siento perdonarlo porque jamás podré olvidar lo que me ha hecho”. No es cuestión de sentir el perdón. Tus emociones quizás griten, “¡no puedo!” pero con tu voluntad (mente) puedes decidir que vas a perdonar. Después de hacer la decisión voluntariamente decláralo o exprésalo con tu boca. Más tarde vendrá el sentir. Si pones en práctica los principios de este libro de bolsillo, recobrarás las energías y el vigor perdido y tu matrimonio será renovado. Recuerda que un buen matrimonio es un gran tesoro. Vale la pena luchar para lograrlo. Hay algo que es de eterno valor que tienes que considerar, si no lo haz hecho aún, éste, es tu eterna salvación. Hay que nacer de nuevo. Debes convertirte en una seguidora de Jesús, arrepentirte de todo pecado; confesándolo, odiándolo y abandonándolo. Jesús dijo a Nicodemo; un líder espiritual en Jerusalén: Tienes que nacer de nuevo si quieres ver el reino de Dios y entrar en él. Hay que experimentar una verdadera conversión a Jesucristo por el poder del Espíritu Santo. Sólo repetir una oración que alguien dirija, no va a darte salvación. Tienes que nacer del Espíritu Santo. Los seguidores de Jesús le aman, le siguen, le obedecen. |
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Otro factor muy importante: El perdónSegún algunos consejeros matrimoniales la disposición de perdonar es la clave entre un matrimonio bueno o malo. Es inevitable que dos personas que viven juntas lleguen a herirse. Entonces, la habilidad de vivir juntos y felices no depende de nunca ofenderse, sino de estar dispuestos a perdonarse. La Biblia habla bastante sobre este tema. El capítulo del amor, 1 de Corintios 13, nos dice que “el amor no guarda rencor”. Efesios 4:26 expresa: “...No se ponga el sol sobre vuestro enojo”. Para tener un matrimonio feliz convierte esta declaración en una regla de la casa: ¡Perdona antes de acostarte! ¡Practica el perdón hasta que se convierta en un hábito! El guardar rencor, además del daño emocional y espiritual que causa, produce efectos físicos en nuestros cuerpos. Hoy en día, los médicos dicen que la artritis u otras enfermedades son, a veces, el resultado de guardar rencor y amargura. ¿Recuerdas el Padre nuestro? “Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”. Perdónanos como perdonamos a otros. Puede ser que tu esposo te haya ofendido mucho, posiblemente con infidelidad y ésta es una de las ofensas más graves que puede existir en esta vida. Si has sufrido esta tragedia y has experimentado un dolor de corazón indescriptible, con la ayuda de Dios, puedes decidir hoy mismo que lo perdonas. Aunque tu esposo no merece ese perdón, házlo por tu propio bien y para agradar a tu Padre Celestial. Así, serás una persona libre y feliz. De otra manera, si sigues guardando ese rencor en tu corazón te hará tanto daño que llegarás a ser una viejita amargada, triste y enferma. El perdonar no cambia el pasado, pero sí cambia el presente y el futuro. Te cambiará a ti. Hace algún tiempo mi esposo y yo estábamos en cierta ciudad de la República Mexicana dando unas conferencias sobre el matrimonio. Después del primer día, la esposa de un abogado llegó con nosotros y nos contó que muchos años atrás su marido le había sido infiel, no sólo con una mujer, sino con muchas. Ella se sentía tan ofendida que había decidido no perdonarlo y esperar a que sus hijos fueran grandes para divorciarse. Pasaron los años, los niños crecieron y ella continuaba con ese odio bien arraigado en su corazón y sus planes de divorcio. Mientras tanto, su marido, el abogado, había tenido un encuentro personal con Cristo y era un hombre cambiado. Sin embargo, ella no lo quiso perdonar. Después de escuchar su triste historia, mi esposo y yo le aconsejamos que soltara ese rencor y odio y decidiera perdonar para ser una mujer libre. Ella se estaba convirtiendo en una viejita amargada y triste. Aunque no le era fácil, ni sintió perdonar decidió hacerlo y en sus propias palabras declaró: “Yo perdono a mi marido”. Varios días después volvimos a ver a esta señora. Su rostro era el de una mujer cambiada; ya no tenía las huellas de amargura, porque la pesada carga que llevaba había sido quitada de ella. Tú también, querida amiga, puedes darle a Dios las heridas de tu corazón, perdonando a tu marido. Tal vez pienses o digas, “yo no siento perdonarlo porque jamás podré olvidar lo que me ha hecho”. No es cuestión de sentir el perdón. Tus emociones quizás griten, “¡no puedo!” pero con tu voluntad (mente) puedes decidir que vas a perdonar. Después de hacer la decisión voluntariamente decláralo o exprésalo con tu boca. Más tarde vendrá el sentir. Si pones en práctica los principios de este libro de bolsillo, recobrarás las energías y el vigor perdido y tu matrimonio será renovado. Recuerda que un buen matrimonio es un gran tesoro. Vale la pena luchar para lograrlo. Hay algo que es de eterno valor que tienes que considerar, si no lo haz hecho aún, éste, es tu eterna salvación. Hay que nacer de nuevo. Debes convertirte en una seguidora de Jesús, arrepentirte de todo pecado; confesándolo, odiándolo y abandonándolo. Jesús dijo a Nicodemo; un líder espiritual en Jerusalén: Tienes que nacer de nuevo si quieres ver el reino de Dios y entrar en él. Hay que experimentar una verdadera conversión a Jesucristo por el poder del Espíritu Santo. Sólo repetir una oración que alguien dirija, no va a darte salvación. Tienes que nacer del Espíritu Santo. Los seguidores de Jesús le aman, le siguen, le obedecen. |
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