Por:
Victor Richards
Martes 7 de Junio, 2022
El hombre y sus padres
Hay muchos aspectos de la cultura latina que me fascinan y uno de ellos es el respeto que se da a los padres y a toda persona mayor de edad. Me he dado cuenta que, lamentablemente, las cosas están cambiando; sin embargo, hablando en general, existe un respeto por los padres que no se encuentra en otras culturas.
La Biblia es muy clara sobre este tema:
Efesios 6:1-3
“Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra”.
Mientras uno es niño o joven, viviendo en la misma casa con los padres, el mandamiento de Dios es: ¡Obedecer! Sin embargo, algo cambia cuando el hombre se casa y forma su propia familia. El libro de Génesis claramente enseña que el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su esposa. De este punto en adelante, la relación con los padres será diferente.
“Honra a tu padre y a tu madre”, es el mandamiento de Dios para toda la vida. El diccionario define honrar como: tratar con respeto, estima y aceptación. En la Biblia a veces la palabra “honrar” implicaba ayudar económicamente. Cuando existe una verdadera necesidad de parte de los padres o suegros, el hombre debe de ayudarles, sin descuidar su primera responsabilidad, que son su esposa e hijos.
He tenido que escuchar vez tras vez serios problemas matrimoniales porque el hombre se sentía obligado a sostener a sus padres a cierto nivel de vida, perjudicando a su propia familia. ¡Nunca debe ser así! Otra situación equivocada que he observado es cuando ha sido absolutamente necesario que un hombre traiga a su madre a vivir en la casa con él y su esposa, y que él ya no le da el lugar que le corresponde a su esposa: ¡ser la reina de la casa! Reconozco que estas son situaciones difíciles, pero si el marido hace su parte para honrar a su esposa, los problemas típicos entre suegra y nuera serían disminuidos grandemente.
Tengo un amigo que vive en el estado de Puebla en la República Mexicana y hace poco le fue necesario traer a su padre anciano a vivir con él y su familia. Antes de hacerlo, consultó con su esposa y entre los dos, tomaron la decisión. Según lo que él me cuenta, su padre había criado a su familia con la filosofía de que “los niños son para ser vistos, no escuchados” (debo añadir que yo también escuchaba esta frase muy a menudo cuando era niño).
El caso es que empezaron los problemas en la casa de mi amigo casi el mismo día en que llegó el padre a vivir con ellos, porque estaba tratando de imponer sus ideas en cuanto a la crianza de los hijos.
Mi amigo es un hombre con fuertes convicciones sobre la forma en que él quiere criar a sus hijos. Así que, se armó de valor y respetuosamente explicó a su padre: “Mire, papá, usted crió a sus hijos según sus creencias y está bien; pero en esta casa, mi esposa y yo tenemos una filosofía diferente. Nosotros queremos que la hora de las comidas sea tiempo de comunicación con los hijos, tiempo de platicar, de reír y de disfrutar. Le pido que por favor, no siga tratando de cambiar nuestro estilo”.
Los problemas no están totalmente resueltos pero la situación está mucho mejor. Yo admiro a este hombre por su valentía, ¡por hacer lo que tuvo que hacer! No le faltó el respeto a su padre, pero tampoco permitió que su padre dominara su vida familiar.
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