INCREIBLE



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Martes 31 de Agosto, 2021

DIOS ME ABRIÓ LOS OJOS

 

Ahora, permítame compartir la manera sorprendente en que Dios me abrió los ojos a la realidad de su Espíritu y cómo, ¡Él cambió mi vida para siempre!

Fue un día en que había empezado como cualquier otro día de aquellos tiempos. Yo tenía poco tiempo ministrando en “La Iglesia Downtown Church of Christ” (La Iglesia de Cristo del Centro) en El Paso, Texas como co-pastor, y la aventura de haber sido llamado por el Señor para servirle aún era muy fresca y emocionante.

Unos meses antes yo había empezado el hábito de llegar a la iglesia y pasar tiempo solo, hincado, orando en voz alta. ¡Imposible que yo pudiera haber imaginado lo que me esperaba aquel día que cambiaría mi vida tan dramáticamente en aquel entonces! ¡Y que la marcaría hasta la fecha!

Mi antecedente cristiano me había condicionado a no creer ni esperar nada que fuera sobrenatural o increíble. ¡Me habían robado de toda la aventura de la vida cristiana! La enseñanza que yo había recibido era que los días de los milagros habían cesado con la muerte del último de los 12 apóstoles.

También me enseñaron que los dones sobrenaturales del Espíritu Santo ya no existían porque ahora teníamos las Escrituras del Nuevo Testamento. Así que, si nos topábamos con cualquier cosa semejante, seguramente era obra del diablo. Yo no cuestioné estas enseñanzas que había oído tantas veces, sino que las acepté como la verdad. No se me ocurrió en aquel entonces que ésta manera de pensar atribuía más poder a satanás que al Señor mismo y que es falsa doctrina.

Creo que los que lo enseñaron eran ‘‘sinceros’’ pero estaban ‘‘sinceramente’’ equivocados.

Cabe mencionar que el pastor mayor de “La Iglesia del Centro” en El Paso, Woodrow Wilson, había empezado a leer e investigar acerca del bautismo en el Espíritu Santo pero yo aún no tenía interés en estas cosas.

Mientras que yo oraba aquel día, sin que lo pensara o deseara, de repente salió de mi boca la oración: “Padre, bautízame en el Espíritu Santo”. En ese instante, ¡el poder de Dios vino sobre mí, tirándome al suelo! No tengo idea alguna cuánto tiempo duré allí, pero cuando abrí mis ojos, con mi espalda contra el suelo, y viendo las vigas del techo de la iglesia. ¡Yo estaba ASUSTADO!

Inmediatamente llamé al pastor Wilson para reportar lo que acababa de ocurrir, y calmadamente me dijo: “Víctor, no tengas miedo... Ha sucedido con otros... ¡Vuelve a orar!” La verdad es que:

1.- Yo no quería hacerlo,

2.- Nunca había oído de tal cosa sucediendo.

3.- Tuve miedo.

Pero nuevamente me hinqué y comencé a orar… pero sólo oré por todo lo que venía a la mente… ¡menos lo que había provocado mi primer encuentro con el poder de Dios!

Cuando ya había orado por todo lo que pudiera pensar y ya no había más, yo (sí, esta vez fui yo mismo) dije: “Señor, bautízame en el Espíritu Santo”.

Instantáneamente el poder de Dios vino sobre mí, mi respiración se aceleró y supe que estaba a punto de perder la conciencia. Lleno de temor, me levanté velozmente, huí del edificio corriendo, brinqué a mi automóvil y me fui de allí lo más pronto posible. Pero, como nunca antes, ¡Dios había captado mi atención!

A partir de esta increíble y sorprendente visitación de Dios, y a pesar del temor que experimenté aquel día, empecé una intensa búsqueda diaria por ser bautizado en el Espíritu Santo. Dios había obrado de tal manera en mi vida que ya podía “ver” ciertas Escrituras que nunca antes había entendido. Porque hasta entonces, mis ojos habían estado velados.

Ahora leí y entendí Escrituras como Hechos 1:5: “Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo...’’.

Otras referencias son Mateo 3:11, Marcos 1:8, Lucas 3:16, Juan 1:33 con la misma promesa del bautismo en el Espíritu Santo. Hechos 2:17: “Y en los postreros días dice Dios, derramaré de mi espíritu sobre toda carne...”. ¿Y esto hasta cuándo sucedería? Hasta que… “El sol se convierta en tinieblas y la luna en sangre, antes que venga el día del Señor ...’’ Hechos 2:20.

Y luego estaban estas palabras de San Pedro en Hechos 2:38-39: “...recibiréis el don del Espíritu Santo porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare”.

Mi búsqueda por la llenura del Espíritu incluía oración, petición y ruego, junto con la lectura de las Escrituras y los muy pocos libros que pudimos encontrar en aquel entonces sobre el asunto. La única librería cristiana local en El Paso, Texas en aquel entonces no vendía libros sobre este tema porque lo consideraban una herejía.

Algo que yo no sabía era que una visitación del Espíritu Santo había empezado a desatarse en muchas partes del mundo. ¡Yo ni siquiera sabía que existían visitaciones del Espíritu Santo! Yo no sabía que, desde lo que sucedió en Hechos capítulo 2, han habido fuertes derramamientos del Espíritu Santo periódicamente a través de los siglos. ¡Yo era muy ignorante! Ignorante de lo increíble y de lo sobrenatural.

Una visitación había empezado a fines de los 50’s en algunos lugares aislados y aún no había logrado el gran ímpetu que alcanzaría al cabo de los próximos ocho a diez años y que finalmente duraría aproximadamente 25 años, transformando a multitudes de cristianos e iglesias, alcanzando hippies y empresarios, neófitos y teólogos, jóvenes y ancianos, obreros y profesores en derredor del mundo.

COSAS INCREÍBLES SUCEDEN

 

Cuando el Espíritu Santo está visitando la tierra con avivamiento, cosas extrañas pueden suceder, tal como la visitación inesperada que yo experimenté y que muchos otros han experimentado.

¡El Espíritu Santo es Dios! No es únicamente una influencia o un énfasis, Él es Dios y Él hará lo que quiera. Seguramente Saulo de Tarso no esperaba ni solicitaba la visitación que Dios planeó para él en el camino a Damasco (Hechos 9:1-6). ¡Saulo aún ni siquiera se había convertido a Jesús! ¡Saulo aún odiaba a los cristianos! Y Dios le visitó, le transformó y le llenó con el Espíritu Santo y el mundo fue impactado por Dios a través de Saulo convertido en Pablo. ¡Que encuentro tan increíble!

En mi búsqueda por más del Espíritu, leí un librito sobre un avivamiento que se desató en 1821, en el ministerio de Charles Finney.

Leí cómo las personas caían y lloraban bajo la poderosa presencia del Espíritu que acompañaba a Finney, y cómo se convertían multitudes a Cristo en sus reuniones. Algunos reportes indican que hubieron entre 500,000 y hasta 1,000,000 de convertidos durante su vida, ministerio, y el avivamiento que se desató. ¡Cómo anhelaba yo esto! ¡Cómo anhelaba que las almas se salvaran!

El encuentro inicial que Finney había tenido con el Espíritu de Dios también me motivaba a seguir buscando, y no detenerme hasta recibir el poder. Finney relata: “…Sentí como si mi corazón se hubiera tornado líquido dentro de mí. Todos mis sentimientos parecían subir y fluir de mí; y el clamor de mi corazón era: ‘¡Quiero derramar toda mi alma a Dios!’…No había fuego ni luz en este cuarto; a pesar de esto me parecía como si estuviera perfectamente alumbrado. Me encontré con Jesús cara a cara… Lo vi como vería a cualquier otro hombre. No dijo nada, pero me miró de tal manera que me quebranté, y caí a sus pies, derramando mi alma ante Él… Lavaba sus pies con mis lágrimas.” ¡Que increíble pero a la vez verdadero y real!

[Más tarde] “…Recibí un poderoso bautismo del Espíritu Santo. Sin esperarlo, sin siquiera tener el pensamiento en mi mente que existiera tal cosa para mí, sin ningún recuerdo de que yo haya oído mencionar eso anteriormente por alguna persona en el mundo, el Espíritu Santo descendió sobre mí en una manera que pareció traspasarme en cuerpo y alma… Como ondas de corriente eléctrica, pasando una y otra vez en mí. De hecho parecían venir en olas y olas de amor líquido… Hasta que recuerdo que grité: ‘¡Me moriré si estas olas continúan viniendo!’. Y dije: ‘¡Señor, ya no puedo más!’ (¡Increíble! ¿Verdad?). Sin embargo, no tenía temor a la muerte”.

Al leer este relato, me di cuenta que tales cosas sí son para ahora; ¡y yo las quería experimentar con un anhelo que me consumía! Mi búsqueda fue a diario. Dios me había tomado preso. Gracias a Dios que me tenía en la mira y no me soltaría. ¡Mi corazón ardía por ser un instrumento de Dios como este hombre! ¡Quería lograr lo que mi Señor quería que yo lograra para su gloria!

Cuando mi búsqueda personal había durado por varios meses, ya estaba desanimándome. Un día en oración con otros, me levanté de mis rodillas, me senté en un sillón y quebrantado de corazón dije: “Señor estoy tan cansado de pedir y no recibir...Ya no voy a pedir más...’’ ¡Cuando sucedió! ¡El Espíritu del Señor vino sobre mí! ¡Oh, qué increíble poder! ¡Oh, qué increíble asombro!

¡Inmediatamente de mi boca salió un torrente de palabras que no entendí! ¡Él me había sumergido en su bendito Espíritu Santo! ¡Estaba hablando en lenguas desconocidas! Por una media hora hablé en estas lenguas y no podía hablar inglés (el único idioma que hablaba en aquel entonces). ¡Hasta empecé a temer que el inglés no lo iba a poder volver a hablar! ¡Qué ignorante fui! Pero, ¡qué gozo! ¡Qué maravilloso! ¡Qué bueno es Dios! ¡En verdad Él es INCREÍBLE!

El libro de los Hechos estaba siendo vigente en mi vida, ahora, aquí en la tierra. Me encontré sobrecogido de gratitud. Finalmente, cuando ya podía hablar inglés, quería compartir mi gozo con mi esposa, quien había tenido que quedarse en casa aquel día. Así que, fui al teléfono y empecé a contarle lo sucedido, pero de repente comenzaron a fluir de mi boca espontáneamente palabras desconocidas para mí pero inspiradas y entendidas por Dios.

¡Qué bueno es Dios! ¡Qué felicidad! ¡Que increíble!

Las siguientes semanas estuvieron llenas de asombro, interrogativas y algunas dudas. ¡Yo era tan ignorante! No entendía la diferencia entre un bautismo en el Espíritu, un avivamiento o visitación del Espíritu Santo, una unción del Espíritu sobre instrumentos escogidos, tiempos de refrigerio y casi nada de lo sobrenatural. Tenía mucho que aprender y tengo que confesar que a veces me frustré en mi ignorancia, pero el Espíritu Santo me seguía empujando hacia lo que me parecía increíble y asombroso, y aún imposible.

Además, ya que había sido sumergido en el Espíritu, empecé a visitar por primera vez en mi vida reuniones pentecostales. Su ánimo y gozo me bendijeron grandemente pero algunas de sus prácticas me asustaron tanto que oraba:

“Señor, ¿tiene que ser así? ¿Tiene que ser tan ruidoso? ¿Tienen que cantar en lenguas de esta manera tan extraña?’’. Salí de algunas de éstas reuniones completamente confundido.

Ellos no eran el problema, era yo quien tenía que aprender.

Tiempos de avivamiento nos estirarán, porque todos tenemos ideas de cómo deben desarrollarse las cosas, y no nos damos cuenta que muchas de estas ideas son nuestras propias tradiciones, en vez de lo que el Espíritu Santo desea.

Lo que llamamos reverencia muchas veces es simplemente muerte. Según las Escrituras, en el libro de Apocalipsis, el cielo es ruidoso, con voces como trompetas, alabanzas que suenan como muchas aguas agitadas y muchos truenos, con millones de millones cantando.

Lo puede leer en Apocalipsis 5:11-12: “Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y su número era millones de millones, que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza”.

Apocalipsis 7:9-10: “Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos; y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero”.

Apocalipsis 19:1 y 5-6: “Después de esto oí una gran voz de gran multitud en el cielo, que decía: ¡Aleluya! Salvación y honra y gloria y poder son del Señor Dios nuestro. Y salió del trono una voz que decía: Alabad a nuestro Dios todos sus siervos, y los que le teméis, así pequeños como grandes. Y oí como la voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos...”.

Esto es como será el cielo. ¡Qué celebración! ¡Qué adoración! ¡Qué increíble! Quiero animarte y ayudarte a evitar la frustración. Quiero guardarte de los malentendidos que me impidieron a mí el progreso espiritual. Por eso emprendo la tarea tan emocionante de escribir sobre los avivamientos y visitaciones del Espíritu Santo en el pasado y presente. Jamás pudiera incluirlos todos, pero escribo con el fin de que tú, siendo parte del pueblo del Señor Jesucristo, seas animado, y tengas sed para recibir todo lo que Dios tiene para ti.

Avivamiento ha sido, es y será el vehículo que Dios usa para lanzar adelante a su iglesia desde Pentecostés, cuando nació, hasta el día que Él regrese por ella.

Habacuc 3:2 dice: ‘‘Oh Jehová, he oído tu palabra, y temí. Oh Jehová, aviva tu obra en medio de los tiempos, en medio de los tiempos, hazla conocer; en la ira acuérdate de la misericordia”.

El profeta clama: Oh Jehová, aviva tu obra…

Consideremos dos puntos en esta parte del texto:

Primero: El avivamiento viene de Dios (Jehová).

Segundo: El avivamiento es para su obra, es decir su iglesia. Y luego el texto sigue: “Aviva tu obra en medio de los tiempos, en medio de los tiempos hazla conocer’’.

Consideremos dos puntos aquí también:

Primero: El avivamiento es para distintos tiempos.

Segundo: Cuando un avivamiento viene, la obra de Dios (su iglesia) será reconocida como algo eficaz y poderoso (hazla conocer).

El texto sigue: “En la ira, acuérdate de la misericordia…”. Aquí vemos que:

Primero: El avivamiento es la manera que Dios mueve a su pueblo a dar la espalda a sus pecados (lo que provoca su ira).

Segundo: El avivamiento es una expresión de la misericordia de Dios.

En resumen:

Dios, estando airado por el pecado en la iglesia, es movido a misericordia, debido al clamor de sus hijos. Entonces Él aviva a la iglesia de tiempo en tiempo haciéndola eficaz y poderosa.

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Martes 31 de Agosto, 2021

DIOS ME ABRIÓ LOS OJOS

 

Ahora, permítame compartir la manera sorprendente en que Dios me abrió los ojos a la realidad de su Espíritu y cómo, ¡Él cambió mi vida para siempre!

Fue un día en que había empezado como cualquier otro día de aquellos tiempos. Yo tenía poco tiempo ministrando en “La Iglesia Downtown Church of Christ” (La Iglesia de Cristo del Centro) en El Paso, Texas como co-pastor, y la aventura de haber sido llamado por el Señor para servirle aún era muy fresca y emocionante.

Unos meses antes yo había empezado el hábito de llegar a la iglesia y pasar tiempo solo, hincado, orando en voz alta. ¡Imposible que yo pudiera haber imaginado lo que me esperaba aquel día que cambiaría mi vida tan dramáticamente en aquel entonces! ¡Y que la marcaría hasta la fecha!

Mi antecedente cristiano me había condicionado a no creer ni esperar nada que fuera sobrenatural o increíble. ¡Me habían robado de toda la aventura de la vida cristiana! La enseñanza que yo había recibido era que los días de los milagros habían cesado con la muerte del último de los 12 apóstoles.

También me enseñaron que los dones sobrenaturales del Espíritu Santo ya no existían porque ahora teníamos las Escrituras del Nuevo Testamento. Así que, si nos topábamos con cualquier cosa semejante, seguramente era obra del diablo. Yo no cuestioné estas enseñanzas que había oído tantas veces, sino que las acepté como la verdad. No se me ocurrió en aquel entonces que ésta manera de pensar atribuía más poder a satanás que al Señor mismo y que es falsa doctrina.

Creo que los que lo enseñaron eran ‘‘sinceros’’ pero estaban ‘‘sinceramente’’ equivocados.

Cabe mencionar que el pastor mayor de “La Iglesia del Centro” en El Paso, Woodrow Wilson, había empezado a leer e investigar acerca del bautismo en el Espíritu Santo pero yo aún no tenía interés en estas cosas.

Mientras que yo oraba aquel día, sin que lo pensara o deseara, de repente salió de mi boca la oración: “Padre, bautízame en el Espíritu Santo”. En ese instante, ¡el poder de Dios vino sobre mí, tirándome al suelo! No tengo idea alguna cuánto tiempo duré allí, pero cuando abrí mis ojos, con mi espalda contra el suelo, y viendo las vigas del techo de la iglesia. ¡Yo estaba ASUSTADO!

Inmediatamente llamé al pastor Wilson para reportar lo que acababa de ocurrir, y calmadamente me dijo: “Víctor, no tengas miedo... Ha sucedido con otros... ¡Vuelve a orar!” La verdad es que:

1.- Yo no quería hacerlo,

2.- Nunca había oído de tal cosa sucediendo.

3.- Tuve miedo.

Pero nuevamente me hinqué y comencé a orar… pero sólo oré por todo lo que venía a la mente… ¡menos lo que había provocado mi primer encuentro con el poder de Dios!

Cuando ya había orado por todo lo que pudiera pensar y ya no había más, yo (sí, esta vez fui yo mismo) dije: “Señor, bautízame en el Espíritu Santo”.

Instantáneamente el poder de Dios vino sobre mí, mi respiración se aceleró y supe que estaba a punto de perder la conciencia. Lleno de temor, me levanté velozmente, huí del edificio corriendo, brinqué a mi automóvil y me fui de allí lo más pronto posible. Pero, como nunca antes, ¡Dios había captado mi atención!

A partir de esta increíble y sorprendente visitación de Dios, y a pesar del temor que experimenté aquel día, empecé una intensa búsqueda diaria por ser bautizado en el Espíritu Santo. Dios había obrado de tal manera en mi vida que ya podía “ver” ciertas Escrituras que nunca antes había entendido. Porque hasta entonces, mis ojos habían estado velados.

Ahora leí y entendí Escrituras como Hechos 1:5: “Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo...’’.

Otras referencias son Mateo 3:11, Marcos 1:8, Lucas 3:16, Juan 1:33 con la misma promesa del bautismo en el Espíritu Santo. Hechos 2:17: “Y en los postreros días dice Dios, derramaré de mi espíritu sobre toda carne...”. ¿Y esto hasta cuándo sucedería? Hasta que… “El sol se convierta en tinieblas y la luna en sangre, antes que venga el día del Señor ...’’ Hechos 2:20.

Y luego estaban estas palabras de San Pedro en Hechos 2:38-39: “...recibiréis el don del Espíritu Santo porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare”.

Mi búsqueda por la llenura del Espíritu incluía oración, petición y ruego, junto con la lectura de las Escrituras y los muy pocos libros que pudimos encontrar en aquel entonces sobre el asunto. La única librería cristiana local en El Paso, Texas en aquel entonces no vendía libros sobre este tema porque lo consideraban una herejía.

Algo que yo no sabía era que una visitación del Espíritu Santo había empezado a desatarse en muchas partes del mundo. ¡Yo ni siquiera sabía que existían visitaciones del Espíritu Santo! Yo no sabía que, desde lo que sucedió en Hechos capítulo 2, han habido fuertes derramamientos del Espíritu Santo periódicamente a través de los siglos. ¡Yo era muy ignorante! Ignorante de lo increíble y de lo sobrenatural.

Una visitación había empezado a fines de los 50’s en algunos lugares aislados y aún no había logrado el gran ímpetu que alcanzaría al cabo de los próximos ocho a diez años y que finalmente duraría aproximadamente 25 años, transformando a multitudes de cristianos e iglesias, alcanzando hippies y empresarios, neófitos y teólogos, jóvenes y ancianos, obreros y profesores en derredor del mundo.

COSAS INCREÍBLES SUCEDEN

 

Cuando el Espíritu Santo está visitando la tierra con avivamiento, cosas extrañas pueden suceder, tal como la visitación inesperada que yo experimenté y que muchos otros han experimentado.

¡El Espíritu Santo es Dios! No es únicamente una influencia o un énfasis, Él es Dios y Él hará lo que quiera. Seguramente Saulo de Tarso no esperaba ni solicitaba la visitación que Dios planeó para él en el camino a Damasco (Hechos 9:1-6). ¡Saulo aún ni siquiera se había convertido a Jesús! ¡Saulo aún odiaba a los cristianos! Y Dios le visitó, le transformó y le llenó con el Espíritu Santo y el mundo fue impactado por Dios a través de Saulo convertido en Pablo. ¡Que encuentro tan increíble!

En mi búsqueda por más del Espíritu, leí un librito sobre un avivamiento que se desató en 1821, en el ministerio de Charles Finney.

Leí cómo las personas caían y lloraban bajo la poderosa presencia del Espíritu que acompañaba a Finney, y cómo se convertían multitudes a Cristo en sus reuniones. Algunos reportes indican que hubieron entre 500,000 y hasta 1,000,000 de convertidos durante su vida, ministerio, y el avivamiento que se desató. ¡Cómo anhelaba yo esto! ¡Cómo anhelaba que las almas se salvaran!

El encuentro inicial que Finney había tenido con el Espíritu de Dios también me motivaba a seguir buscando, y no detenerme hasta recibir el poder. Finney relata: “…Sentí como si mi corazón se hubiera tornado líquido dentro de mí. Todos mis sentimientos parecían subir y fluir de mí; y el clamor de mi corazón era: ‘¡Quiero derramar toda mi alma a Dios!’…No había fuego ni luz en este cuarto; a pesar de esto me parecía como si estuviera perfectamente alumbrado. Me encontré con Jesús cara a cara… Lo vi como vería a cualquier otro hombre. No dijo nada, pero me miró de tal manera que me quebranté, y caí a sus pies, derramando mi alma ante Él… Lavaba sus pies con mis lágrimas.” ¡Que increíble pero a la vez verdadero y real!

[Más tarde] “…Recibí un poderoso bautismo del Espíritu Santo. Sin esperarlo, sin siquiera tener el pensamiento en mi mente que existiera tal cosa para mí, sin ningún recuerdo de que yo haya oído mencionar eso anteriormente por alguna persona en el mundo, el Espíritu Santo descendió sobre mí en una manera que pareció traspasarme en cuerpo y alma… Como ondas de corriente eléctrica, pasando una y otra vez en mí. De hecho parecían venir en olas y olas de amor líquido… Hasta que recuerdo que grité: ‘¡Me moriré si estas olas continúan viniendo!’. Y dije: ‘¡Señor, ya no puedo más!’ (¡Increíble! ¿Verdad?). Sin embargo, no tenía temor a la muerte”.

Al leer este relato, me di cuenta que tales cosas sí son para ahora; ¡y yo las quería experimentar con un anhelo que me consumía! Mi búsqueda fue a diario. Dios me había tomado preso. Gracias a Dios que me tenía en la mira y no me soltaría. ¡Mi corazón ardía por ser un instrumento de Dios como este hombre! ¡Quería lograr lo que mi Señor quería que yo lograra para su gloria!

Cuando mi búsqueda personal había durado por varios meses, ya estaba desanimándome. Un día en oración con otros, me levanté de mis rodillas, me senté en un sillón y quebrantado de corazón dije: “Señor estoy tan cansado de pedir y no recibir...Ya no voy a pedir más...’’ ¡Cuando sucedió! ¡El Espíritu del Señor vino sobre mí! ¡Oh, qué increíble poder! ¡Oh, qué increíble asombro!

¡Inmediatamente de mi boca salió un torrente de palabras que no entendí! ¡Él me había sumergido en su bendito Espíritu Santo! ¡Estaba hablando en lenguas desconocidas! Por una media hora hablé en estas lenguas y no podía hablar inglés (el único idioma que hablaba en aquel entonces). ¡Hasta empecé a temer que el inglés no lo iba a poder volver a hablar! ¡Qué ignorante fui! Pero, ¡qué gozo! ¡Qué maravilloso! ¡Qué bueno es Dios! ¡En verdad Él es INCREÍBLE!

El libro de los Hechos estaba siendo vigente en mi vida, ahora, aquí en la tierra. Me encontré sobrecogido de gratitud. Finalmente, cuando ya podía hablar inglés, quería compartir mi gozo con mi esposa, quien había tenido que quedarse en casa aquel día. Así que, fui al teléfono y empecé a contarle lo sucedido, pero de repente comenzaron a fluir de mi boca espontáneamente palabras desconocidas para mí pero inspiradas y entendidas por Dios.

¡Qué bueno es Dios! ¡Qué felicidad! ¡Que increíble!

Las siguientes semanas estuvieron llenas de asombro, interrogativas y algunas dudas. ¡Yo era tan ignorante! No entendía la diferencia entre un bautismo en el Espíritu, un avivamiento o visitación del Espíritu Santo, una unción del Espíritu sobre instrumentos escogidos, tiempos de refrigerio y casi nada de lo sobrenatural. Tenía mucho que aprender y tengo que confesar que a veces me frustré en mi ignorancia, pero el Espíritu Santo me seguía empujando hacia lo que me parecía increíble y asombroso, y aún imposible.

Además, ya que había sido sumergido en el Espíritu, empecé a visitar por primera vez en mi vida reuniones pentecostales. Su ánimo y gozo me bendijeron grandemente pero algunas de sus prácticas me asustaron tanto que oraba:

“Señor, ¿tiene que ser así? ¿Tiene que ser tan ruidoso? ¿Tienen que cantar en lenguas de esta manera tan extraña?’’. Salí de algunas de éstas reuniones completamente confundido.

Ellos no eran el problema, era yo quien tenía que aprender.

Tiempos de avivamiento nos estirarán, porque todos tenemos ideas de cómo deben desarrollarse las cosas, y no nos damos cuenta que muchas de estas ideas son nuestras propias tradiciones, en vez de lo que el Espíritu Santo desea.

Lo que llamamos reverencia muchas veces es simplemente muerte. Según las Escrituras, en el libro de Apocalipsis, el cielo es ruidoso, con voces como trompetas, alabanzas que suenan como muchas aguas agitadas y muchos truenos, con millones de millones cantando.

Lo puede leer en Apocalipsis 5:11-12: “Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y su número era millones de millones, que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza”.

Apocalipsis 7:9-10: “Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos; y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero”.

Apocalipsis 19:1 y 5-6: “Después de esto oí una gran voz de gran multitud en el cielo, que decía: ¡Aleluya! Salvación y honra y gloria y poder son del Señor Dios nuestro. Y salió del trono una voz que decía: Alabad a nuestro Dios todos sus siervos, y los que le teméis, así pequeños como grandes. Y oí como la voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos...”.

Esto es como será el cielo. ¡Qué celebración! ¡Qué adoración! ¡Qué increíble! Quiero animarte y ayudarte a evitar la frustración. Quiero guardarte de los malentendidos que me impidieron a mí el progreso espiritual. Por eso emprendo la tarea tan emocionante de escribir sobre los avivamientos y visitaciones del Espíritu Santo en el pasado y presente. Jamás pudiera incluirlos todos, pero escribo con el fin de que tú, siendo parte del pueblo del Señor Jesucristo, seas animado, y tengas sed para recibir todo lo que Dios tiene para ti.

Avivamiento ha sido, es y será el vehículo que Dios usa para lanzar adelante a su iglesia desde Pentecostés, cuando nació, hasta el día que Él regrese por ella.

Habacuc 3:2 dice: ‘‘Oh Jehová, he oído tu palabra, y temí. Oh Jehová, aviva tu obra en medio de los tiempos, en medio de los tiempos, hazla conocer; en la ira acuérdate de la misericordia”.

El profeta clama: Oh Jehová, aviva tu obra…

Consideremos dos puntos en esta parte del texto:

Primero: El avivamiento viene de Dios (Jehová).

Segundo: El avivamiento es para su obra, es decir su iglesia. Y luego el texto sigue: “Aviva tu obra en medio de los tiempos, en medio de los tiempos hazla conocer’’.

Consideremos dos puntos aquí también:

Primero: El avivamiento es para distintos tiempos.

Segundo: Cuando un avivamiento viene, la obra de Dios (su iglesia) será reconocida como algo eficaz y poderoso (hazla conocer).

El texto sigue: “En la ira, acuérdate de la misericordia…”. Aquí vemos que:

Primero: El avivamiento es la manera que Dios mueve a su pueblo a dar la espalda a sus pecados (lo que provoca su ira).

Segundo: El avivamiento es una expresión de la misericordia de Dios.

En resumen:

Dios, estando airado por el pecado en la iglesia, es movido a misericordia, debido al clamor de sus hijos. Entonces Él aviva a la iglesia de tiempo en tiempo haciéndola eficaz y poderosa.

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Por: Victor Richards
Martes 31 de Agosto, 2021

DIOS ME ABRIÓ LOS OJOS

 

Ahora, permítame compartir la manera sorprendente en que Dios me abrió los ojos a la realidad de su Espíritu y cómo, ¡Él cambió mi vida para siempre!

Fue un día en que había empezado como cualquier otro día de aquellos tiempos. Yo tenía poco tiempo ministrando en “La Iglesia Downtown Church of Christ” (La Iglesia de Cristo del Centro) en El Paso, Texas como co-pastor, y la aventura de haber sido llamado por el Señor para servirle aún era muy fresca y emocionante.

Unos meses antes yo había empezado el hábito de llegar a la iglesia y pasar tiempo solo, hincado, orando en voz alta. ¡Imposible que yo pudiera haber imaginado lo que me esperaba aquel día que cambiaría mi vida tan dramáticamente en aquel entonces! ¡Y que la marcaría hasta la fecha!

Mi antecedente cristiano me había condicionado a no creer ni esperar nada que fuera sobrenatural o increíble. ¡Me habían robado de toda la aventura de la vida cristiana! La enseñanza que yo había recibido era que los días de los milagros habían cesado con la muerte del último de los 12 apóstoles.

También me enseñaron que los dones sobrenaturales del Espíritu Santo ya no existían porque ahora teníamos las Escrituras del Nuevo Testamento. Así que, si nos topábamos con cualquier cosa semejante, seguramente era obra del diablo. Yo no cuestioné estas enseñanzas que había oído tantas veces, sino que las acepté como la verdad. No se me ocurrió en aquel entonces que ésta manera de pensar atribuía más poder a satanás que al Señor mismo y que es falsa doctrina.

Creo que los que lo enseñaron eran ‘‘sinceros’’ pero estaban ‘‘sinceramente’’ equivocados.

Cabe mencionar que el pastor mayor de “La Iglesia del Centro” en El Paso, Woodrow Wilson, había empezado a leer e investigar acerca del bautismo en el Espíritu Santo pero yo aún no tenía interés en estas cosas.

Mientras que yo oraba aquel día, sin que lo pensara o deseara, de repente salió de mi boca la oración: “Padre, bautízame en el Espíritu Santo”. En ese instante, ¡el poder de Dios vino sobre mí, tirándome al suelo! No tengo idea alguna cuánto tiempo duré allí, pero cuando abrí mis ojos, con mi espalda contra el suelo, y viendo las vigas del techo de la iglesia. ¡Yo estaba ASUSTADO!

Inmediatamente llamé al pastor Wilson para reportar lo que acababa de ocurrir, y calmadamente me dijo: “Víctor, no tengas miedo... Ha sucedido con otros... ¡Vuelve a orar!” La verdad es que:

1.- Yo no quería hacerlo,

2.- Nunca había oído de tal cosa sucediendo.

3.- Tuve miedo.

Pero nuevamente me hinqué y comencé a orar… pero sólo oré por todo lo que venía a la mente… ¡menos lo que había provocado mi primer encuentro con el poder de Dios!

Cuando ya había orado por todo lo que pudiera pensar y ya no había más, yo (sí, esta vez fui yo mismo) dije: “Señor, bautízame en el Espíritu Santo”.

Instantáneamente el poder de Dios vino sobre mí, mi respiración se aceleró y supe que estaba a punto de perder la conciencia. Lleno de temor, me levanté velozmente, huí del edificio corriendo, brinqué a mi automóvil y me fui de allí lo más pronto posible. Pero, como nunca antes, ¡Dios había captado mi atención!

A partir de esta increíble y sorprendente visitación de Dios, y a pesar del temor que experimenté aquel día, empecé una intensa búsqueda diaria por ser bautizado en el Espíritu Santo. Dios había obrado de tal manera en mi vida que ya podía “ver” ciertas Escrituras que nunca antes había entendido. Porque hasta entonces, mis ojos habían estado velados.

Ahora leí y entendí Escrituras como Hechos 1:5: “Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo...’’.

Otras referencias son Mateo 3:11, Marcos 1:8, Lucas 3:16, Juan 1:33 con la misma promesa del bautismo en el Espíritu Santo. Hechos 2:17: “Y en los postreros días dice Dios, derramaré de mi espíritu sobre toda carne...”. ¿Y esto hasta cuándo sucedería? Hasta que… “El sol se convierta en tinieblas y la luna en sangre, antes que venga el día del Señor ...’’ Hechos 2:20.

Y luego estaban estas palabras de San Pedro en Hechos 2:38-39: “...recibiréis el don del Espíritu Santo porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare”.

Mi búsqueda por la llenura del Espíritu incluía oración, petición y ruego, junto con la lectura de las Escrituras y los muy pocos libros que pudimos encontrar en aquel entonces sobre el asunto. La única librería cristiana local en El Paso, Texas en aquel entonces no vendía libros sobre este tema porque lo consideraban una herejía.

Algo que yo no sabía era que una visitación del Espíritu Santo había empezado a desatarse en muchas partes del mundo. ¡Yo ni siquiera sabía que existían visitaciones del Espíritu Santo! Yo no sabía que, desde lo que sucedió en Hechos capítulo 2, han habido fuertes derramamientos del Espíritu Santo periódicamente a través de los siglos. ¡Yo era muy ignorante! Ignorante de lo increíble y de lo sobrenatural.

Una visitación había empezado a fines de los 50’s en algunos lugares aislados y aún no había logrado el gran ímpetu que alcanzaría al cabo de los próximos ocho a diez años y que finalmente duraría aproximadamente 25 años, transformando a multitudes de cristianos e iglesias, alcanzando hippies y empresarios, neófitos y teólogos, jóvenes y ancianos, obreros y profesores en derredor del mundo.

COSAS INCREÍBLES SUCEDEN

 

Cuando el Espíritu Santo está visitando la tierra con avivamiento, cosas extrañas pueden suceder, tal como la visitación inesperada que yo experimenté y que muchos otros han experimentado.

¡El Espíritu Santo es Dios! No es únicamente una influencia o un énfasis, Él es Dios y Él hará lo que quiera. Seguramente Saulo de Tarso no esperaba ni solicitaba la visitación que Dios planeó para él en el camino a Damasco (Hechos 9:1-6). ¡Saulo aún ni siquiera se había convertido a Jesús! ¡Saulo aún odiaba a los cristianos! Y Dios le visitó, le transformó y le llenó con el Espíritu Santo y el mundo fue impactado por Dios a través de Saulo convertido en Pablo. ¡Que encuentro tan increíble!

En mi búsqueda por más del Espíritu, leí un librito sobre un avivamiento que se desató en 1821, en el ministerio de Charles Finney.

Leí cómo las personas caían y lloraban bajo la poderosa presencia del Espíritu que acompañaba a Finney, y cómo se convertían multitudes a Cristo en sus reuniones. Algunos reportes indican que hubieron entre 500,000 y hasta 1,000,000 de convertidos durante su vida, ministerio, y el avivamiento que se desató. ¡Cómo anhelaba yo esto! ¡Cómo anhelaba que las almas se salvaran!

El encuentro inicial que Finney había tenido con el Espíritu de Dios también me motivaba a seguir buscando, y no detenerme hasta recibir el poder. Finney relata: “…Sentí como si mi corazón se hubiera tornado líquido dentro de mí. Todos mis sentimientos parecían subir y fluir de mí; y el clamor de mi corazón era: ‘¡Quiero derramar toda mi alma a Dios!’…No había fuego ni luz en este cuarto; a pesar de esto me parecía como si estuviera perfectamente alumbrado. Me encontré con Jesús cara a cara… Lo vi como vería a cualquier otro hombre. No dijo nada, pero me miró de tal manera que me quebranté, y caí a sus pies, derramando mi alma ante Él… Lavaba sus pies con mis lágrimas.” ¡Que increíble pero a la vez verdadero y real!

[Más tarde] “…Recibí un poderoso bautismo del Espíritu Santo. Sin esperarlo, sin siquiera tener el pensamiento en mi mente que existiera tal cosa para mí, sin ningún recuerdo de que yo haya oído mencionar eso anteriormente por alguna persona en el mundo, el Espíritu Santo descendió sobre mí en una manera que pareció traspasarme en cuerpo y alma… Como ondas de corriente eléctrica, pasando una y otra vez en mí. De hecho parecían venir en olas y olas de amor líquido… Hasta que recuerdo que grité: ‘¡Me moriré si estas olas continúan viniendo!’. Y dije: ‘¡Señor, ya no puedo más!’ (¡Increíble! ¿Verdad?). Sin embargo, no tenía temor a la muerte”.

Al leer este relato, me di cuenta que tales cosas sí son para ahora; ¡y yo las quería experimentar con un anhelo que me consumía! Mi búsqueda fue a diario. Dios me había tomado preso. Gracias a Dios que me tenía en la mira y no me soltaría. ¡Mi corazón ardía por ser un instrumento de Dios como este hombre! ¡Quería lograr lo que mi Señor quería que yo lograra para su gloria!

Cuando mi búsqueda personal había durado por varios meses, ya estaba desanimándome. Un día en oración con otros, me levanté de mis rodillas, me senté en un sillón y quebrantado de corazón dije: “Señor estoy tan cansado de pedir y no recibir...Ya no voy a pedir más...’’ ¡Cuando sucedió! ¡El Espíritu del Señor vino sobre mí! ¡Oh, qué increíble poder! ¡Oh, qué increíble asombro!

¡Inmediatamente de mi boca salió un torrente de palabras que no entendí! ¡Él me había sumergido en su bendito Espíritu Santo! ¡Estaba hablando en lenguas desconocidas! Por una media hora hablé en estas lenguas y no podía hablar inglés (el único idioma que hablaba en aquel entonces). ¡Hasta empecé a temer que el inglés no lo iba a poder volver a hablar! ¡Qué ignorante fui! Pero, ¡qué gozo! ¡Qué maravilloso! ¡Qué bueno es Dios! ¡En verdad Él es INCREÍBLE!

El libro de los Hechos estaba siendo vigente en mi vida, ahora, aquí en la tierra. Me encontré sobrecogido de gratitud. Finalmente, cuando ya podía hablar inglés, quería compartir mi gozo con mi esposa, quien había tenido que quedarse en casa aquel día. Así que, fui al teléfono y empecé a contarle lo sucedido, pero de repente comenzaron a fluir de mi boca espontáneamente palabras desconocidas para mí pero inspiradas y entendidas por Dios.

¡Qué bueno es Dios! ¡Qué felicidad! ¡Que increíble!

Las siguientes semanas estuvieron llenas de asombro, interrogativas y algunas dudas. ¡Yo era tan ignorante! No entendía la diferencia entre un bautismo en el Espíritu, un avivamiento o visitación del Espíritu Santo, una unción del Espíritu sobre instrumentos escogidos, tiempos de refrigerio y casi nada de lo sobrenatural. Tenía mucho que aprender y tengo que confesar que a veces me frustré en mi ignorancia, pero el Espíritu Santo me seguía empujando hacia lo que me parecía increíble y asombroso, y aún imposible.

Además, ya que había sido sumergido en el Espíritu, empecé a visitar por primera vez en mi vida reuniones pentecostales. Su ánimo y gozo me bendijeron grandemente pero algunas de sus prácticas me asustaron tanto que oraba:

“Señor, ¿tiene que ser así? ¿Tiene que ser tan ruidoso? ¿Tienen que cantar en lenguas de esta manera tan extraña?’’. Salí de algunas de éstas reuniones completamente confundido.

Ellos no eran el problema, era yo quien tenía que aprender.

Tiempos de avivamiento nos estirarán, porque todos tenemos ideas de cómo deben desarrollarse las cosas, y no nos damos cuenta que muchas de estas ideas son nuestras propias tradiciones, en vez de lo que el Espíritu Santo desea.

Lo que llamamos reverencia muchas veces es simplemente muerte. Según las Escrituras, en el libro de Apocalipsis, el cielo es ruidoso, con voces como trompetas, alabanzas que suenan como muchas aguas agitadas y muchos truenos, con millones de millones cantando.

Lo puede leer en Apocalipsis 5:11-12: “Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y su número era millones de millones, que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza”.

Apocalipsis 7:9-10: “Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos; y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero”.

Apocalipsis 19:1 y 5-6: “Después de esto oí una gran voz de gran multitud en el cielo, que decía: ¡Aleluya! Salvación y honra y gloria y poder son del Señor Dios nuestro. Y salió del trono una voz que decía: Alabad a nuestro Dios todos sus siervos, y los que le teméis, así pequeños como grandes. Y oí como la voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos...”.

Esto es como será el cielo. ¡Qué celebración! ¡Qué adoración! ¡Qué increíble! Quiero animarte y ayudarte a evitar la frustración. Quiero guardarte de los malentendidos que me impidieron a mí el progreso espiritual. Por eso emprendo la tarea tan emocionante de escribir sobre los avivamientos y visitaciones del Espíritu Santo en el pasado y presente. Jamás pudiera incluirlos todos, pero escribo con el fin de que tú, siendo parte del pueblo del Señor Jesucristo, seas animado, y tengas sed para recibir todo lo que Dios tiene para ti.

Avivamiento ha sido, es y será el vehículo que Dios usa para lanzar adelante a su iglesia desde Pentecostés, cuando nació, hasta el día que Él regrese por ella.

Habacuc 3:2 dice: ‘‘Oh Jehová, he oído tu palabra, y temí. Oh Jehová, aviva tu obra en medio de los tiempos, en medio de los tiempos, hazla conocer; en la ira acuérdate de la misericordia”.

El profeta clama: Oh Jehová, aviva tu obra…

Consideremos dos puntos en esta parte del texto:

Primero: El avivamiento viene de Dios (Jehová).

Segundo: El avivamiento es para su obra, es decir su iglesia. Y luego el texto sigue: “Aviva tu obra en medio de los tiempos, en medio de los tiempos hazla conocer’’.

Consideremos dos puntos aquí también:

Primero: El avivamiento es para distintos tiempos.

Segundo: Cuando un avivamiento viene, la obra de Dios (su iglesia) será reconocida como algo eficaz y poderoso (hazla conocer).

El texto sigue: “En la ira, acuérdate de la misericordia…”. Aquí vemos que:

Primero: El avivamiento es la manera que Dios mueve a su pueblo a dar la espalda a sus pecados (lo que provoca su ira).

Segundo: El avivamiento es una expresión de la misericordia de Dios.

En resumen:

Dios, estando airado por el pecado en la iglesia, es movido a misericordia, debido al clamor de sus hijos. Entonces Él aviva a la iglesia de tiempo en tiempo haciéndola eficaz y poderosa.

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