EL ASOMBROSO E INAGOTABLE AMOR DE DIOS | |||||||
Jesús nos enseñó a llamar a Dios “Padre” Cuando Jesús vino a la tierra, Él vino a revolucionar lo que el pueblo de Israel conocía en relación a Dios. Jesús personalizó la expresión “Padre”. Los judíos siempre habían percibido a Dios como alguien distante e intocable, ¡ni siquiera se atrevían a decir su nombre! Entonces Jesús vino, y llamó a Dios “mi Padre”. Hablaba de una relación personal que los judíos no entendían. Él decía: “El padre y yo somos uno” y esto irritaba a los religiosos de aquellos días. Jesús instruyó a sus discípulos para que ellos también se dirigieran a Dios como el padre, diciendo “Padre nuestro que estás en los cielos”. Pero no solo esto, sino que todavía los llevó un poco más allá al decir “Abba Padre”, un término aun más tierno porque significa “Papi” o “Papá”. Mis hijos me dicen “papi” o “papá”. Adrián, mi hijo mayor, sabe que a mí me gusta que me digan así y él, a veces jugando, me dice “padre”. Pero cuando me llama así, yo no le contesto. Y él insiste: “Padre, te estoy hablando”. Y no le hago caso. Él sabe que quiero que me diga “papi”, porque me muestra su necesidad de mí. Me indica su insuficiencia como niño, como adolescente, y me hace ver a mí como padre, que estoy aquí para protegerle, para bendecirle. De la misma manera, cuando decimos: “Abba Padre”, Dios ve nuestra vulnerabilidad; ve nuestra necesidad, nuestra dependencia de Él y eso le agrada. Conceptos de Dios equivocados o incompletos ¿Te molesta o incomoda el concepto de tratar a Dios con tanta familiaridad, al grado de dirigirte a Él como “Papá”? O puede que estés pensando: “Todo esto suena bonito, pero yo no tengo esa relación tan cercana con Dios”. Todos nosotros, en cierta medida, tenemos conceptos equivocados o incompletos en cuanto a Dios y su amor. Posiblemente la relación que tuviste con tu padre terrenal se ha convertido en un obstáculo para que llegues a conocer a Dios de esa manera tan personal. La realidad es que las experiencias que tuvimos con nuestros padres terrenales, u otras figuras de autoridad mientras crecíamos, afectan mucho nuestro concepto de Dios. Por ejemplo, si nuestros padres, maestros, pastor u otras autoridades en nuestra vida nos fallaron, tememos que Dios también nos fallará. Algunas personas recibieron aceptación condicional en su familia, es decir, sus padres aparentemente los “amaban más” cuando les agradaban con sus logros y comportamiento, o por lo menos lo percibían así. Algunos padres declaraban ese amor condicional abiertamente, diciendo cosas como: “Si te sigues portando mal, ya no te voy a querer (o Dios no te va a querer)” o “si sacas buenas calificaciones, te voy a querer más que nunca”. Si nuestros padres fueron así, entonces solemos pensar que Dios es igual con nosotros: Que Él sólo nos ama, o nos ama más, cuando hacemos algo para merecer su amor. Por otro lado, si las autoridades en nuestras vidas fueron demasiado permisivas, posiblemente no entendamos la importancia de la obediencia. Algunas personas ven a Dios como un “abuelito sentimental” que sólo cierra sus ojos a nuestros pecados. ¡Qué responsabilidad para nosotros que somos padres de familia! Nuestros hijos (al igual que nosotros) no pueden ver a Dios, que es Espíritu, pero obtienen su percepción de Él a través de la imagen de sus padres terrenales: Cómo los tratamos, el amor que les demostramos y la manera en que los disciplinamos. Cuando reflejamos el amor de Dios, esto viene a desarrollar en la mente de nuestros hijos una imagen correcta de lo que es Dios el Padre, y cuando empiezan a relacionarse con Él, será mucho más fácil, porque lo vieron reflejado en nosotros. ¿Pero qué sucede cuando, por nues-tros conceptos erróneos, no podemos experimentar el amor de Dios de la manera que Él desea? A veces tratamos de llenar ese vacío en nuestro corazón, con el amor de otros. No me malentiendas, las relaciones humanas pueden ser hermosas. De hecho, Dios diseñó a la familia precisamente para nuestro gozo. Pero tarde o temprano, los humanos nos van a fallar. Como un consejero dijo: Cuando dos personas tratan de recibir amor perfecto el uno del otro, ¡es como dos mendigos tratando de pedir prestado el uno del otro! |
|
||||||
Ver Mas |
EL ASOMBROSO E INAGOTABLE AMOR DE DIOS |
Jesús nos enseñó a llamar a Dios “Padre” Cuando Jesús vino a la tierra, Él vino a revolucionar lo que el pueblo de Israel conocía en relación a Dios. Jesús personalizó la expresión “Padre”. Los judíos siempre habían percibido a Dios como alguien distante e intocable, ¡ni siquiera se atrevían a decir su nombre! Entonces Jesús vino, y llamó a Dios “mi Padre”. Hablaba de una relación personal que los judíos no entendían. Él decía: “El padre y yo somos uno” y esto irritaba a los religiosos de aquellos días. Jesús instruyó a sus discípulos para que ellos también se dirigieran a Dios como el padre, diciendo “Padre nuestro que estás en los cielos”. Pero no solo esto, sino que todavía los llevó un poco más allá al decir “Abba Padre”, un término aun más tierno porque significa “Papi” o “Papá”. Mis hijos me dicen “papi” o “papá”. Adrián, mi hijo mayor, sabe que a mí me gusta que me digan así y él, a veces jugando, me dice “padre”. Pero cuando me llama así, yo no le contesto. Y él insiste: “Padre, te estoy hablando”. Y no le hago caso. Él sabe que quiero que me diga “papi”, porque me muestra su necesidad de mí. Me indica su insuficiencia como niño, como adolescente, y me hace ver a mí como padre, que estoy aquí para protegerle, para bendecirle. De la misma manera, cuando decimos: “Abba Padre”, Dios ve nuestra vulnerabilidad; ve nuestra necesidad, nuestra dependencia de Él y eso le agrada. Conceptos de Dios equivocados o incompletos ¿Te molesta o incomoda el concepto de tratar a Dios con tanta familiaridad, al grado de dirigirte a Él como “Papá”? O puede que estés pensando: “Todo esto suena bonito, pero yo no tengo esa relación tan cercana con Dios”. Todos nosotros, en cierta medida, tenemos conceptos equivocados o incompletos en cuanto a Dios y su amor. Posiblemente la relación que tuviste con tu padre terrenal se ha convertido en un obstáculo para que llegues a conocer a Dios de esa manera tan personal. La realidad es que las experiencias que tuvimos con nuestros padres terrenales, u otras figuras de autoridad mientras crecíamos, afectan mucho nuestro concepto de Dios. Por ejemplo, si nuestros padres, maestros, pastor u otras autoridades en nuestra vida nos fallaron, tememos que Dios también nos fallará. Algunas personas recibieron aceptación condicional en su familia, es decir, sus padres aparentemente los “amaban más” cuando les agradaban con sus logros y comportamiento, o por lo menos lo percibían así. Algunos padres declaraban ese amor condicional abiertamente, diciendo cosas como: “Si te sigues portando mal, ya no te voy a querer (o Dios no te va a querer)” o “si sacas buenas calificaciones, te voy a querer más que nunca”. Si nuestros padres fueron así, entonces solemos pensar que Dios es igual con nosotros: Que Él sólo nos ama, o nos ama más, cuando hacemos algo para merecer su amor. Por otro lado, si las autoridades en nuestras vidas fueron demasiado permisivas, posiblemente no entendamos la importancia de la obediencia. Algunas personas ven a Dios como un “abuelito sentimental” que sólo cierra sus ojos a nuestros pecados. ¡Qué responsabilidad para nosotros que somos padres de familia! Nuestros hijos (al igual que nosotros) no pueden ver a Dios, que es Espíritu, pero obtienen su percepción de Él a través de la imagen de sus padres terrenales: Cómo los tratamos, el amor que les demostramos y la manera en que los disciplinamos. Cuando reflejamos el amor de Dios, esto viene a desarrollar en la mente de nuestros hijos una imagen correcta de lo que es Dios el Padre, y cuando empiezan a relacionarse con Él, será mucho más fácil, porque lo vieron reflejado en nosotros. ¿Pero qué sucede cuando, por nues-tros conceptos erróneos, no podemos experimentar el amor de Dios de la manera que Él desea? A veces tratamos de llenar ese vacío en nuestro corazón, con el amor de otros. No me malentiendas, las relaciones humanas pueden ser hermosas. De hecho, Dios diseñó a la familia precisamente para nuestro gozo. Pero tarde o temprano, los humanos nos van a fallar. Como un consejero dijo: Cuando dos personas tratan de recibir amor perfecto el uno del otro, ¡es como dos mendigos tratando de pedir prestado el uno del otro! |
Ver Mas |
EL ASOMBROSO E INAGOTABLE AMOR DE DIOS |
Jesús nos enseñó a llamar a Dios “Padre” Cuando Jesús vino a la tierra, Él vino a revolucionar lo que el pueblo de Israel conocía en relación a Dios. Jesús personalizó la expresión “Padre”. Los judíos siempre habían percibido a Dios como alguien distante e intocable, ¡ni siquiera se atrevían a decir su nombre! Entonces Jesús vino, y llamó a Dios “mi Padre”. Hablaba de una relación personal que los judíos no entendían. Él decía: “El padre y yo somos uno” y esto irritaba a los religiosos de aquellos días. Jesús instruyó a sus discípulos para que ellos también se dirigieran a Dios como el padre, diciendo “Padre nuestro que estás en los cielos”. Pero no solo esto, sino que todavía los llevó un poco más allá al decir “Abba Padre”, un término aun más tierno porque significa “Papi” o “Papá”. Mis hijos me dicen “papi” o “papá”. Adrián, mi hijo mayor, sabe que a mí me gusta que me digan así y él, a veces jugando, me dice “padre”. Pero cuando me llama así, yo no le contesto. Y él insiste: “Padre, te estoy hablando”. Y no le hago caso. Él sabe que quiero que me diga “papi”, porque me muestra su necesidad de mí. Me indica su insuficiencia como niño, como adolescente, y me hace ver a mí como padre, que estoy aquí para protegerle, para bendecirle. De la misma manera, cuando decimos: “Abba Padre”, Dios ve nuestra vulnerabilidad; ve nuestra necesidad, nuestra dependencia de Él y eso le agrada. Conceptos de Dios equivocados o incompletos ¿Te molesta o incomoda el concepto de tratar a Dios con tanta familiaridad, al grado de dirigirte a Él como “Papá”? O puede que estés pensando: “Todo esto suena bonito, pero yo no tengo esa relación tan cercana con Dios”. Todos nosotros, en cierta medida, tenemos conceptos equivocados o incompletos en cuanto a Dios y su amor. Posiblemente la relación que tuviste con tu padre terrenal se ha convertido en un obstáculo para que llegues a conocer a Dios de esa manera tan personal. La realidad es que las experiencias que tuvimos con nuestros padres terrenales, u otras figuras de autoridad mientras crecíamos, afectan mucho nuestro concepto de Dios. Por ejemplo, si nuestros padres, maestros, pastor u otras autoridades en nuestra vida nos fallaron, tememos que Dios también nos fallará. Algunas personas recibieron aceptación condicional en su familia, es decir, sus padres aparentemente los “amaban más” cuando les agradaban con sus logros y comportamiento, o por lo menos lo percibían así. Algunos padres declaraban ese amor condicional abiertamente, diciendo cosas como: “Si te sigues portando mal, ya no te voy a querer (o Dios no te va a querer)” o “si sacas buenas calificaciones, te voy a querer más que nunca”. Si nuestros padres fueron así, entonces solemos pensar que Dios es igual con nosotros: Que Él sólo nos ama, o nos ama más, cuando hacemos algo para merecer su amor. Por otro lado, si las autoridades en nuestras vidas fueron demasiado permisivas, posiblemente no entendamos la importancia de la obediencia. Algunas personas ven a Dios como un “abuelito sentimental” que sólo cierra sus ojos a nuestros pecados. ¡Qué responsabilidad para nosotros que somos padres de familia! Nuestros hijos (al igual que nosotros) no pueden ver a Dios, que es Espíritu, pero obtienen su percepción de Él a través de la imagen de sus padres terrenales: Cómo los tratamos, el amor que les demostramos y la manera en que los disciplinamos. Cuando reflejamos el amor de Dios, esto viene a desarrollar en la mente de nuestros hijos una imagen correcta de lo que es Dios el Padre, y cuando empiezan a relacionarse con Él, será mucho más fácil, porque lo vieron reflejado en nosotros. ¿Pero qué sucede cuando, por nues-tros conceptos erróneos, no podemos experimentar el amor de Dios de la manera que Él desea? A veces tratamos de llenar ese vacío en nuestro corazón, con el amor de otros. No me malentiendas, las relaciones humanas pueden ser hermosas. De hecho, Dios diseñó a la familia precisamente para nuestro gozo. Pero tarde o temprano, los humanos nos van a fallar. Como un consejero dijo: Cuando dos personas tratan de recibir amor perfecto el uno del otro, ¡es como dos mendigos tratando de pedir prestado el uno del otro! |
Ver Mas |